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Voltaire contra los fanáticos

Me espanta escuchar la simpleza con que algunos “analistas” abogan por la prórroga (…la sexta para cuando se escriben estas letras) del Estado de Excepción, sosteniendo sus ideas diciendo: “Con tal de estar seguros, el pueblo está dispuesto y feliz de renunciar a sus derechos y garantías constitucionales”.

Por Maximiliano Mojica
Abogado, máster en leyes

En nuestro aniversario de Independencia Patria, vale la pena recordar la herencia de ideas que nos dejó como legado el “Príncipe de los Ilustrados”, François-Marie Arouet, mejor conocido como Voltaire, uno de los principales pensadores de la Ilustración. Fue un filósofo laico y anticlerical que orientó a los teóricos de la Revolución Francesa, por lo que en esta época de deriva autoritaria que vivimos —Latinoamérica en general y la sociedad salvadoreña en particular— haríamos muy bien en desempolvar sus escritos para darles una repasadita.


Vibra en ellos una idea clara: tenemos que combatir el fanatismo. Así, toda la sociedad pensante, que tenemos la dicha de que los valores libertarios inoculan nuestra mente para que no sea víctima del dogma político o religioso, finalmente nos unamos en defensa de las libertades amenazadas por los movimientos totalitarios, sean éstos de la ideología, tendencia, religión u orientación que sean.


Debemos tener siempre presente que los fanáticos no son aquellas personas que tienen una creencia (teológica, ideológica, deportiva, ovnis, etc.) y la sostiene con fervor, cosa que para un libertario es perfectamente admisible, ya que dentro de las múltiples opciones que tiene la voluntad humana se encuentra la de creer profundamente en algo. Por tanto, el fanático es alguien que va “más allá” y considera que creer en algo no es simplemente un “derecho suyo”, sino que es también una “obligación para él y para todos los demás”.

En consecuencia, el fanático está convencido de que su misión en este mundo no es sólo creer en esa idea que fervorosamente sostiene, sino que es su deber obligar a otros a creer en lo que él cree. Lo triste es que el fanático no sólo se limita a hacer post en redes sociales o a escribir tuits atacando o amenazando a los que percibe que no sostienen sus mismos ideales, sino que, dado el momento, aplica medios que causan coerción, miedo o terror para que los otros finalmente adapten sus ideas, renuncien a las propias o, al menos, terminen callando por las buenas.
En el libro “Los verdugos voluntarios de Hitler” encontraremos cómo en una sociedad avanzada, culta y civilizada como la alemana, ciudadanos de todos los niveles, profesionales, maestros, sacerdotes, jueces, militares, policías, empresarios, gente de a pie, se convirtieron en ejecutores de las desquiciadas órdenes que provenía de su amado Führer, hasta que todos, en conjunto, llevaron a Alemania a la ruina total.


Si pasó en la culta Alemania ¿por qué nos extraña que en esta chabacana y desordenada cultura latinoamericana, esté pasando también? Ahora vemos ciudadanos de todos los estratos defendiendo a capa y espada al político de turno, aun cuando existen serias evidencias de que algo malo está pasando con la cosa pública, y en muchos casos se prestan a ser un ejército voluntario de linchadores en redes sociales para acallar o atemorizar toda disidencia.

Obtuvimos la independencia del Reino de España para ser libres, pero tan pronto fuimos independientes perdimos el rumbo y andamos como ovejas extraviadas buscando constantemente a un pastor que nos lleve a la tierra prometida, a donde mana en abundancia leche y miel… gratis, por su puesto. Para el caso, me espanta escuchar la simpleza con que algunos “analistas” abogan por la prórroga (…la sexta para cuando se escriben estas letras) del Estado de Excepción, sosteniendo sus ideas diciendo: “Con tal de estar seguros, el pueblo está dispuesto y feliz de renunciar a sus derechos y garantías constitucionales”. Es triste que nos pinten como un pueblo de fanáticos borregos, felices de estar siendo pastoreados por un gran e infalible líder…quien, de paso, tiene un garrote en la mano, no vaya a ser que la oveja se descarríe.


Nunca debemos perder de vista que la persona humanista y civilizada pide las cosas “por favor”, todo dictador y fanático… las exige por terror. Por ello, Voltaire fue el primero en hacer notar que la idea más peligrosa de todas es “¡piensa como yo o muere!”. En las desgraciadas sociedades a donde se encuentra vigente ese terrible y estigmatizante lema no hay posibilidad de pluralismo político, artístico o intelectual, ni la adopción de una de las diversas opciones que brinda la vida para desarrollar nuestras habilidades y personas.


Aunque estemos físicamente libres, recordemos que el fanatismo es una cárcel para la mente y alma y quienes están presos en la cárcel de las ideas fijas aspiran imponernos a nosotros su apretada camisa de fuerza para que también nos sometamos o, al menos, nos callemos.

Este 15 de septiembre, cuando recordamos nuestra Independencia Patria, haríamos bien en reflexionar sobre las libertades que poco a poco estamos perdiendo en El Salvador.


Abogado, Master en leyes/@MaxMojica.

KEYWORDS

Independencia Opinión Regimen De Excepción

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