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Gajes del oficio de médico

El médico, como cualquier profesional, cuando asiste a una reunión social lo hace en busca de esparcimiento, disfrutar de la conversación con los amigos o parientes, tal vez consumir viandas y bebidas favoritas, cambiar de aire y recuperar energías. Y naturalmente es faltar a la consideración someterlo a debatir asuntos impropios del momento social

Por Rodolfo Chang Peña |

Cuando un político influyente asiste a una reunión familiar o “de confianza” lo esperado además de común es que tres o cuatro personas se le acerquen a pedirle ayuda para conseguir trabajo para otro pariente o amigo cercano; sin embargo, en condiciones similares se acerca mas gente a los médicos, no necesariamente por interceder por un empleo, sino porque los temas relacionados con la medicina atraen más sobre todo en estos tiempos cuando están de moda la pandemia y otras yerbas conexas.


En las reuniones familiares el tema de las enfermedades siempre surge y si por ejemplo a alguien le van a practicar una cirugía próximamente, las sugerencias y comentarios no se hacen esperar: “Yo que vos no me dejaría operar”, “A Zutano le hicieron lo mismo y quedó igual”, “Eso no es nada a mengano lo quisieron curar y quedó peor”, “No está demás que pruebe la medicina alternativa”, “Yo le recomiendo que antes de operarse tome el té de linaza con bicarbonato y miel de chumelo, como agua del tiempo por nueve días y ya me contará”.


Cuando se enteran de que entre los invitados hay un médico rápidamente los comentarios se dirigen hacia él y le espetan: “¿Y usted qué opina de los médicos que operan sin bisturí en las Filipinas?”, “Lástima que ustedes los médicos no recetan la jalea real y el aceite Omega 33 que obran milagros”, “¿Es cierto que la viruela del mono es la nueva amenaza?”, “Los antibióticos no me hicieron efecto, me curé con los emplastos de chichipince y las pastillas de moringa”, etc. Y si los invitados se enteran de que labora en el ISSS, la tónica cambia a una mezcla de reclamos e indirectas: “Cuando voy a consulta siempre me recetan acetaminofén e ibuprofen; por cierto, tengo una caja rebalsando de esas medicinas”, “Tengo más de diez años de cotizar y la única vez que fui a consultar me negaron la incapacidad”, “Como las citas son alargadas, uno termina por aburrirse o acudir al médico privado”, “Fui a un control y el medico después de ver los exámenes me dijo ¡Usted está mejor que yo!” y “Cuando voy a consultar tengo la impresión que estoy en un cuartel ¡Deme el DUI!, ¡Suba a la báscula!, ¡Bájese!, ¡Haga cola!, ¡Ya le dije que se espere!


Al principio los comentarios y preguntas son triviales, pero a medida que avanza la conversación se vuelven más intrincadas. Es común la joven estudiante que se queja que por mas que estudia ¡Nada se le queda! Obviamente el talento y la capacidad intelectual no se curan con medicinas. También es común el joven universitario que se queja de fatiga, relata que trabaja de día y estudia por la noche, que para estar al día con los estudios se desvela con frecuencia, los fines de semana ayuda a su padre en el taller y cuando dispone de tiempo libre, lo dedica a la novia. Por su peso cae que la mejor medicina para la fatiga es el descanso. No obstante, algunas de estas personas “cansadas” suelen inyectarse grandes cantidades de vitaminas del complejo B capaces de levantar un elefante con parálisis cerebral, lo que carece de sentido porque el organismo utiliza las vitaminas en pequeñas cantidades, dependiendo del estilo de vida del paciente, los excesos son eliminados o causan hipervitaminosis.


Algunos asistentes a las reuniones “de confianza” suelen aprovechar la presencia del facultativo y profundizan sus inquietudes, es el caso de una madre soltera que cogió el brazo al galeno y lo llevó al servicio sanitario para mostrarle una cicatriz. Un invitado sesentón le preguntó por un dolorcillo de cabeza que siempre tiene después de utilizar el medicamento Viagra. Un joven atleta, mientras se quitaba la camisa, preguntó “qué era bueno” para una broña que le había salido después de bucear y la propietaria de un negocio le contó que la habían sacado del vientre una pelota del tamaño de un jocote de corona y deseaba saber si podía seguir teniendo hijos. Otra costumbre de algunos asistentes a fiestas familiares es monopolizar al profesional para contarle kilométricas historias de enfermedades y si este no presta atención, le halan la manga y le tocan el brazo en forma reiterada.


El médico, como cualquier profesional, cuando asiste a una reunión social lo hace en busca de esparcimiento, disfrutar de la conversación con los amigos o parientes, tal vez consumir viandas y bebidas favoritas, cambiar de aire y recuperar energías. Y naturalmente es faltar a la consideración someterlo a debatir asuntos impropios del momento social, mucho menos pedirle opinión sobre temas que solamente deben tratarse en la privacidad de un consultorio.

Médico.

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