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Las horas bajas de Joe Biden

Mientras el magnate neoyorquino deshoja la margarita de sus ambiciones en detrimento de figuras republicanas que despuntan, Biden hace frente a la propia resistencia de su entorno político.

Por Gina Montaner
Periodista

La mayoría de las personas está disfrutando de la jubilación al cumplir los ochenta años. No es el caso de Joe Biden, quien en noviembre llegará a tan venerable edad presidiendo el Gobierno de Estados Unidos en un momento complicado tanto en casa como en el resto del mundo.


Cuando el demócrata llegó al poder heredó el manejo de una pandemia en pleno auge y una convulsa atmósfera política y social tras el paso de Donald Trump por la Casa Blanca, cuya gestión, en gran parte, se fundamentó en azuzar la polarización en un país dividido. Antes de irse de Washington, el ex presidente instigó el cisma golpista del 6 de enero tras haber diseminado la mentira de que las elecciones que le dieron el triunfo a su oponente habían sido fraudulentas. Un suceso traumático y sin precedentes en la primera democracia del mundo que marcó el comienzo de la era Biden.


El actual presidente va por la mitad de su primer mandato y, sumados a los estragos sanitarios y económicos que todavía provoca el covid-19, una galopante inflación, los precios de la gasolina y la prolongada guerra en Ucrania presentan un panorama agorero que se refleja en el sentimiento general de que el país va en la “dirección equivocada”. Una encuesta reciente del New York Times/Siena College indica que el 64% de los demócratas preferiría otro candidato de cara a las elecciones de 2024 frente a un 26 % que depositaría su confianza en Biden. Más allá de los desafíos de gobernar, en el partido (con el sector más progresista a la cabeza) comienza a tomar fuerza la opinión de que sencillamente el presidente será muy mayor en 2024 y lo sensato es pensar en valores más jóvenes para el relevo y una batalla presidencial para la cual tampoco la vicepresidenta, Kamala Harris, cuenta con los índices de aprobación necesarios.


El Partido Republicano también se enfrenta a este dilema existencial. Según la encuesta del NYT/Siena College, casi la mitad de los votantes republicanos en las primarias preferirían a un candidato que no fuera Donald Trump. Y son los menores de 35 años y con formación universitaria quienes se muestran más proclives a buscar sangre nueva en un partido en el que, antes de Biden, Trump llegó a ser el presidente más longevo en el poder. Todo indica que tiene intención de aspirar nuevamente a pesar de estar en el umbral de los ochenta y con las revelaciones cada vez más comprometedoras para él que surgen en las audiencias que investigan el asalto golpista al Capitolio.


Mientras el magnate neoyorquino deshoja la margarita de sus ambiciones en detrimento de figuras republicanas que despuntan, Biden hace frente a la propia resistencia de su entorno político. En medio de los rumores, el presidente ha afirmado que su intención es la de presentarse en 2024, pero antes de llegar a la presidencia llegó a decir que su papel sería el de “puente”, tal vez consciente de las limitaciones que conlleva una edad avanzada a la hora de gobernar.
Lo irónico es que en las decisivas elecciones de 2020 el “viejo” Biden se perfiló como el único candidato demócrata capaz de derrotar a Trump. Y, en efecto, así fue. Ahora, a pesar del desgaste, resurge la disyuntiva: según las encuestas, si Trump es el candidato, Biden tendría más oportunidades de volver a ganar que potenciales aspirantes más jóvenes y altamente cualificados como Pete Buttigieg, Amy Klobuchar o el gobernador de California, Gavin Newsom.


Puede que 2024 sea el año en que los estadounidenses experimenten con una alternativa que no sea la de dos contendientes octogenarios y uno de ellos con clara vocación autócrata. Sería más que beneficioso. [©FIRMAS PRESS]

Escritora y periodista/Twitter: ginamontaner

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