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Tamal

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Por Jorge Alejandro Castrillo
Psicólogo

"Tiro por culata” habría titulado al artículo acerca de la lección de ubicación y señorío que un diputado de oposición, como “Llanero Solitario”, dio esta semana a la legión de troles. Lección de ubicación porque, en lenguaje llano, les dijo “ubíquense papitos: mantengo en privado mi sexualidad porque es del ámbito privado, no porque tenga problemas con ella”. Lección de señorío porque la respuesta fue digna, mesurada y contundente: al advertir que la información solo pudo haber sido obtenida subrepticiamente mediante el sistema Pegasus, sugirió -sin decirlo- el origen de los tiros; al aclarar que para quien tiene definida su propia identidad “…no llegan los rumores de allá abajo, del cieno” que “lo rastrero no sube…” para decirlo con las palabras de nuestro poeta Espino, zanjó el asunto.

La idea de robar, filtrar y viralizar esa información ha de haber sido “iniciativa” de algún empleaducho a sueldo de una oscura oficina de inteligencia y desinformación para tratar de sobresalir. Cualquier otro, tantito más vivo y enterado, debería tener claro que la homosexualidad no es un tema fácil ni grato para el partido en el poder. ¿Alguien habrá llamado al orden al iluminado ese? No extrañará que sea despedido en el futuro próximo cuando empiecen a escasear los dineros. Consiguió subir las preferencias populares de quien quisieron embarrar.

Pero lleguemos al tamal, esa “especie de empanada hecha de masa de maíz con varios ingredientes y aderezos, con carne de cerdo o gallina, envuelta en hojas de guineo” (Meza, J. 2008, Real Diccionario de la Vulgar Lengua Guanaca) que, para un gran número de salvadoreños define un día domingo o una primera comunión. Me cuento en ese grupo, que creí que era pequeño; pero es grande la cantidad de personas que no concebimos un desayuno de domingo si no es con un tamal de gallina y café. De azúcar en mi caso. En el oriente del país, vea usted, se comen el de sal con gotas de limón y dicen que así sabe mejor. No puedo dar fe de ello pues, necio como me permito ser en algunas cosas, si no hay de azúcar y me toca de sal, le pongo azúcar antes de comerlo.

“Quizá porque mi niñez/ sigue jugando en tu playa / Y escondido tras las cañas duerme mi primer amor / Llevo tu luz y tu olor por donde quiera que vaya/ ¿qué le voy a hacer si yo nací en el Mediterráneo?” le cantaba a su mar Joan Manuel Serrat. Tal le cantaría yo a los insuperables tamales de la niña Chita de Paredes, de los que llevo su sabor y olor por donde quiera que vaya ¿qué le voy a hacer, si los comí toda mi infancia y con Luis, el hijo de Marta, veía como los hacían cada sábado? Nos metíamos casi a escondidas debajo de las mesas en las que, seis o siete mujeres se afanaban en hacer la masa y armar los tamales. Siempre nos sacaban de allí para evitar el riesgo de que nos quemáramos con el agua hirviente de las ollas para cocer los tamales.

Mientras mi clínica estuvo en la avenida La Capilla, compraba cada sábado los de “las Cañas” en el centro de producción y venta que pusieron en esa calle. Años después, en un velorio -ocasión señalada para los tamales-, descubrí los de la “Mamacom”, que también los tienen especiales y súper especiales. Recomiendo los súper especiales de ambas casas: “se van a los penales” con los de la niña Chita de mi recuerdo. En plática con uno de estos productores, que me ofreció mostrarme el proceso de producción de sus tamales de exportación, me refirió un dato anecdótico: a los hermanos lejanos no les gusta que los tamales sean perfectos, sino irregulares, por lo que tuvieron que hacer micos y pericos para conseguir que los tamales que exportaban no salieran tan bien hechitos y parejitos como salían del proceso industrializado.

Tamal es también, según el guanaco diccionario, un ladrón y un problema. Esta última acepción debe provenir de lo difícil que resulta envolver y desenvolver la masa en las hojas de guineo que, al hervir, le dan ese último toque de sabor dulzón. Tamal inmenso tiene ahora el gobierno en el ramo de seguridad. Las grabaciones ofrecidas a un medio de comunicación dedicado al periodismo de investigación que fueron conocidas esta semana parecen confirmar las hipótesis que ese mismo medio había planteado en torno al proceder gubernamental con relación a las pandillas.

De ser ciertas esas grabaciones, que lo parecen, no solo desnudan la razón por la que subieron alarmantemente los homicidios aquel nefasto fin de semana, sino que también deja en evidencia importantes contradicciones entre funcionarios de alto nivel en el ramo de seguridad. Por la manera como antes se enfrentaron otros errores igual de calamitosos, es previsible que tales funcionarios ni renunciarán ni serán cesados. Pero el tamal está servido, humeante, y hasta podría llegar a tener repercusiones penales para alguno de los involucrados.

Este tamal y el tiro que salió por la culata, parecen indicar que la lucha por la sucesión está planteada al interior del partido gobernante, que ya no todos los subalternos obedecen ciegamente la línea marcada y que, para brillar, activan sus propias “iniciativas” sin consultar demasiado. Tres años después, creen haber emplumado lo suficiente como para batir sus alas y alzar vuelo. Tiempos de insomnio en la búsqueda del delfín. Pero mejor éstos desvelos y no los otros.

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Johnny Wright Sol Opinión Tamales

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