Está prohibido uso del número 13 y del 18, o múltiplos de ellos, en la numeración de cualquier objeto. Incluso solo mencionarlos podría acarrear consecuencias desagradables. El código de vestimenta pandilleril también es inviolable, por ejemplo, no se pueden usar los zapatos Nike Cortez, Adidas Superstar conocidos como “conchas”, Adidas Samba y la marca Domba.
Estas prohibiciones son de conocimiento general y desde hace años son parte de su vida cotidiana en las populosas urbanizaciones y asentamientos no solo de la capital, sino también de varias ciudades de El Salvador. “Colonias peligrosas” es el título dado por los mismos habitantes.
Las reglamentaciones se extienden más allá de aspectos superficiales como la ropa y la música de ciertos artistas que los pandilleros consideran propios. La extorsión y la intromisión en la vida privada de las personas es el lado más oscuro porque ponen limitantes a libertades y derechos de la población. Entre los entrevistados hay jóvenes no conocen otra realidad, han crecido en ella, y no creen que policías y militares vayan a cambiarla borrando grafitis de las paredes, ni con patrullajes esporádicos.
“La pandilla tienen el control. Es bien difícil cambiar algo que ya se les salió de las manos. La gente sigue desapareciendo, no logra llegar a sus casas, aparecen las tumbas clandestinas. Todo es una farsa”, comentó un residente de la colonia Amatepec, Soyapango, al consultarle su opinión sobre el Plan Control Territorial del gobierno. Donde él vive opera la pandilla Barrio 18 Revolucionarios.
Ver, oír y callar
El “Ver, oír y callar” lo tiene tan asimilado que para pronunciar una palabra relacionada con “Los Muchachos”, sus ojos rastrean el entorno para asegurarse que nadie lo está observando ni escuchando, incluso cuando la entrevista se hizo en un lugar lejos de su comunidad.
La PNC llega a patrullar por la Amatepec unas dos veces al mes. “Solo llegan de pasada para que la gente diga que ahí anda la policía, pero siento que es mejor que no lleguen porque todo mundo se alborota. Los bichos (pandilleros) se disparan y andan todos locos y nadie puede salir porque no se sabe de dónde van a aparecer corriendo con armas”, comenta el residente.
Obtubimos un testimonio similar de la colonia Bosques de Prusia, Soyapango, controlada por la Mara Salvatrucha. Acá la gente no puede llamar a la policía para resolver un conflicto, como por ejemplo un caso de violencia doméstica. Se debe llamar a la pandilla porque ellos son los que imparten justicia comunal. “Ellos saben quién entra, quién sale y qué horas. Una de las reglas es que no podés decir nada si ves que algo está sucediendo. Si llamas a la Policía, ellos lo van a saber y van a tomar represalias. O arriesgas tu vida o te quedas callado” nos cometa la fuente.
En Villa Mariona I, Cuscatancingo, la MS cobra 10 dólares mensuales por el parqueo a los residentes. Es una forma de chantaje enmascarado como cobro por vigilancia. ¿Quién se atrevería a negarse al servicio? Si un residente va a recibir la visita de un pariente, este tiene que pedir permiso a la pandilla para que pueda entrar. Si llega una persona a hacer algún trabajo, como alguna reparación en una casa, este tiene que pagar un porcentaje de las ganancias. Al igual como entras colonias, no se puede saludar a un policía, incluso no se puede ni voltear a verlo. “Uno se acostumbra a vivir así. Quizás donde yo vivo no sea tan feo como en otras colonias”, declaró el habitante de Villa Mariona.
En Reparto La Campanera, todavía se notan algunos “placazos” en las paredes de sus pasajes. Acá no se puede ni mencionar los nombres de otras colonias dominadas por otras pandillas del municipio, ni hablar de las cosas que suceden en ellas.
No está permitido usar ropa floja, camisas de los Chicago Bulls y tampoco ropa con imágenes de ¡Mickey Mouse! Es porque el ratón es el símbolo de la pandilla Mao Mao. Para las mujeres pandillera hay un código de maquillaje para diferenciarse de las féminas de otras pandillas, como el delineado de los ojos alargado con cierta exageración hacia la sien. Un residente del lugar comentó: “Para mí el Plan Control Territorial es una mentira”.
Los testimonios para este reportaje fueron recolectados antes del 25 de marzo, cuando inició el repunte de homicidios, que duró tres días y dejó 82 personas asesinadas en todo el país.