Se pueden hacer muchas conjeturas de qué provocó la subida sangrienta de homicidios del fin de semana. Lo que sí podemos decir es que mientras el país convulsiona, la atención se ha alejado de otro inminente crimen: la intención de disponer de los ahorros de los trabajadores. La tentación de disponer de esos recursos se agranda al quedarse visiblemente con cada vez mínimas opciones de liquidez el gobierno, pero las consecuencias las sufriríamos todos los salvadoreños por lo menos durante al menos dos generaciones.
Ya lo advirtió el abogado constitucionalista Enrique Anaya: “Para la próxima confiscación no necesitarán militares: nos confiscarán nuestros ahorros para pensiones, en otra ley sin debate y a medianoche”, pues el régimen tiene alineados a los diputados oficialistas —que no analizan ni miden las consecuencias, con “dispensa de trámites”, sólo siguen órdenes.
En cada homicidio hay dolientes, una madre que ha perdido un hijo, un hermano, un padre. Para el homicidio de los ahorros de los trabajadores serían dolientes los cientos de miles de trabajadores que han ahorrado, algunos 25 años, para su pensión, y serían dolientes todos los salvadoreños que sufrirán tasas de interés jamás vistas en esta generación porque reflejarían el riesgo financiero que representaría para el dinero internacional el haber presenciado un asalto a los ahorros de los trabajadores.
Lo acumulado es de doce mil millones de dólares, fondo que han expoliado durante casi dos décadas los gobiernos de El Salvador, forzando a prestarle al Estado a tasas ridículamente bajas mientras le pagan a los inversionistas internacionales apetitosas tasas de mercado. Es un abuso que tiene que parar de una vez por todas. Pero una cosa es abuso, otra es homicidio: homicidio de derecho sobre la propiedad personal de lo que han ahorrado, y homicidio de sueños para cientos de miles de trabajadores.
Para disfrazar el despojo están repartiendo el dulce envenenado de decir que se elevará la pensión mínima a 700 dólares, como piden los sindicatos oficialistas, lo que sin duda adormece a muchos en nuestro suelo, el rebaño que llevan al matadero.
Es natural que toda la gente sueñe con recibir una pensión digna para su senectud, pero el rector de la UCA, padre Andreu Oliva, advierte que lo que el régimen haga ahora puede complicar el futuro. “Vemos actuar al gobierno por resolver las pensiones del presente sin medir el costo para el futuro”, declaró el padre Oliva.
Por más vueltas que se dé al asunto, la aviesa intención del régimen es embolsarse los ahorros de los trabajadores para que no pare la fiesta a donde no tienen claro los invitados que a cada uno le va a tocar pagar la factura por el resto de sus vidas.
Como el rector, muchos temen que las enmiendas sean para salir al paso de una falta de liquidez del régimen “sin medir la sostenibilidad de éstas para el futuro”, lo que concuerda con lo que advierten especialistas: el dinero va a esfumarse y la mayoría de personas en nuestro suelo no tendrá nada para comer ni para sostenerse cuando sufran algún grave menoscabo en su salud o lleguen a viejos. Para ese entonces de nada valdrá para los que puedan congregarse en algún punto, protestar, llorar, lamentarse.
Ahorros de toda la vida en riesgo de pasar a manos de derrochadores
Como advirtió la Banca Barclays, el régimen gasta enormes cantidades en publicidad, mucho dinero en cabilderos en Estados Unidos, en sobresueldos a sus funcionarios y diputados, en todo el aparataje de “seguridad” que incluye la docena de camionetas blindadas que le acompañan cuando sale de la ciudadela. Y para colmar con cereza el pastel, las apuestas al bitcoin, apuestas que el aspirante a dictador vitalicio hace en su real trono, de donde salen las directrices para manejar la República.
Al respecto, el economista de renombre internacional Steve Hanke ya dijo que la aventura del bitcoin será el Waterloo del régimen.
Nadie saldrá beneficiado si el régimen toma el control de los ahorros de pensiones de los trabajadores.