La Salle, Sícilo, Eva Stella y yo –Indra—nos internamos en la espesura de aquel límpido y despoblado planeta donde –como ya dije antes—el tiempo se había detenido o simplemente había dejado de signar y perturbar el alma humana. En lo profundo del ayer quedaba el nefasto pasado de la civilización perdida de nuestro planeta Tierra. Cada quien había olvidado lo mucho o poco, lo triste o lo hermoso del pasado. Sícilo, el místico, sacó un texto sagrado de milenios, estrechándolo contra su pecho, como abrazando a “Satya”, la eterna verdad. “Debemos buscar la Ciudad del Divino Deseo –dijo-. La profecía sánscrita habla del Tercer Cielo –que es a donde seguramente nos ha traído el destino astral. Dentro del “Lila”, el juego celeste, todo ha sido escrito por el divino guionista de nuestro drama. Hemos muerto junto a los demás colonizadores. No por el virus mortal -de la nefasta creación de la alquimia terrestre- sino como Tila -la semilla primordial del sésamo- para renacer en este nuevo mundo de la fantasía divina. Busquemos “Shantiniketan” -la morada de paz- en nuestro interior.” Un día de esplendor alumbraba Akala. (XXVI) <“Éxodo del Sapiens Estelar al Universo” C.Balaguer-Amazon)>