Muy estimado Arturo:
Que el embajador de un país gobernado por una mafia, como tu patria Nicaragua, use los micrófonos de la Organización de Estados Americanos para denunciar, sin titubeo y sin ninguna ambivalencia, la dictadura, es una muestra muy inusual de dignidad. Es exactamente lo que hiciste el día de hoy, 23 de marzo de 2022.
Normalmente, nadie en América Latina pone atención a los discursos en la OEA, pero esta intervención tuya va a sonar como bombazo en muchas casas presidenciales del continente, donde los funcionarios, una vez seducidos por la cercanía al poder, se vuelven defensores de cualquier barbaridad que sus ‘líderes’ cometen. Y aquí en El Salvador algunos funcionarios no van a querer verse en el espejo esta noche.
“Todas las puertas se me cerraron”, dijiste en tu discurso, luego de contar que durante meses propusiste la liberación de los presos políticos. Me vienen a la mente los ministros del gabinete de Bukele que, en confianza, muy en privado, en muchas ocasiones expresaron: “Yo sé que esta fue una decisión muy mala, pero la tomó el presidente, y no hay espacio para discutir”. Un ejemplo: ¿Cuándo vamos a escuchar a la ministra de Relaciones Exteriores públicamente, dando la cara al país, expresar su incomodidad con el autoritarismo, la improvisación ligera y los exabruptos del presidente? ¿Cuándo? Seguramente no antes de cobrar sus $250 millones...
“Denunciar la dictadura de mi país no es fácil, pero seguir guardando silencio y defender lo indefendible es imposible”, dijiste ante la OEA. En El Salvador ni siquiera los ministros y altos funcionarios que al fin ya no aguantaron y renunciaron se han atrevido a hablar. Se fueron calladitos, tragándose sus frustraciones, y nadie levantó la voz.
Tu dijiste, en voz alta y ante las cámaras del continente: “Tengo que hablar, aunque tenga miedo; tengo que hablar, aunque mi futuro y el de mi familia sean inciertos; tengo que hablar, porque si no lo hago, las piedras mismas van a hablar por mí”. Te honra. Y es un mensaje a los funcionarios -en tu propia Nicaragua, pero también en El Salvador y en Venezuela. El silencio es cómplice y tú te atreviste a romperlo. No sólo el silencio sobre Nicaragua, también el silencio sobre Ucrania y los crímenes de Rusia que la invade. Como última acción en tu cargo publicaste hoy un comunicado que seguramente habrá dado úlcera a Daniel Ortega:
“La Misión Permanente de Nicaragua ante la Organización de los Estados Americanos (OEA) tiene el honor y deber patrio de sumarse en respaldo a la declaración La Situación en Ucrania leída en el Consejo Permanente de la OEA el pasado 25 de febrero de 2022.
En nombre del pueblo y gobierno de Nicaragua, condenamos enérgicamente la guerra de agresión injustificada, las violaciones flagrantes a los derechos humanos, el asesinato de inocentes y la invasión a un país libre. La guerra no provocada contra el pueblo ucraniano merece nuestra más firme y unánime condena. Washington D.C.,23 de marzo de 2022”.
No hace falta decir que Daniel Ortega había dado instrucción de votar en contra de esta resolución, igual que en Naciones Unidas.
¿Cuándo un diplomático salvadoreño va a decir en público que es una locura peligrosa cómo el presidente de El Salvador provoca tensiones con Estados Unidos, con los países de la Unión Europea y Canadá, coqueteando con el dictador ruso Vladimir Putin? Claro que muchos de los funcionarios de Cancillería están espantados, pero solo lo expresan en pláticas confidenciales “off the record”, que solo sirven para conciliar su cargo de conciencia.
Para terminar tu discurso, dijiste algo alentador: “La gente de adentro del gobierno y la gente de afuera está cansada, cansada de la dictadura y sus acciones. Y cada vez van a ser más los que digan ‘basta’”. Tal vez sea cierto en el caso de Nicaragua. Ojalá, tú lo sabrás mejor que yo. En el caso de El Salvador, estoy más pesimista, viéndoles las caras a los oportunistas cínicos que rodean a Bukele, felices de ser parte del espectáculo y de la piñata. Temo que tendremos que seguir el camino de Nicaragua a la dictadura hasta el final...
Pero tal vez el paso valiente que diste -de la vergüenza y la complicidad a la dignidad y la resistencia- puede animar a algunos en El Salvador a romper el silencio.
Gracias, Arturo. Te saludo Paolo Luers