María, la madre de Hugo tuvo una leve esperanza de encontrar a su hijo desaparecido, cuando hace menos de un año, una investigadora la llevó a Medicina Legal para que le hicieran una prueba genética.
Ella recuerda que las pruebas de ADN le fueran realizadas después que las autoridades informaran sobre el hallazgo de varios restos encontrados en la vivienda de un expolicía en Chalchuapa.
Sin embargo, la señora hasta ahora no ha recibido la llamada en la que le informen si la prueba fue negativa o positiva.
Hugo Antonio Cordero Santamaría desapareció la mañana del 28 de septiembre de 2016 cerca de la cancha del caserío San Antonio.
María recuerda muy bien que ese día ella y su hijo se levantaron muy temprano para hacer unas tareas agrícolas.
El joven muy contento le comentó que le habían avisado de un trabajo y que iría a dejar el currículum esa misma mañana.
Al regresar a su vivienda al pie de una subida en el caserío San Antonio, en las cercanías a Nuevo Cuscatlán, María se fue a buscar leña y el joven salió para el pueblo a dejar el currículum, pero nunca más volvió.
Varias personas le comentaron a la familia que la última vez que lo vieron fue cerca de la cancha de fútbol del mismo caserío.
El caserío San Antonio está a unos cuatro kilómetros de la finca Suiza donde las autoridades han encontrado osamentas de 26 personas dentro de una fosa clandestina.
María al escuchar las noticias sobre el hallazgo, quisiera ir a indagar si los restos de su hijo están ahí, pero no sabe dónde exactamente ir a preguntar.
Ella asegura que en el pueblo le dijeron que han encontrado varios cuerpos, y que para agilizar la entrega “están cobrando $300 a los familiares, y yo no tengo ni para una pastilla” dice con resignación.
Aunque rechaza el rumor, pues se supone que “por eso no deberían cobrar”, agrega.
José, el padre de Hugo, expresa que el deseo de ellos es encontrar aunque sea sus restos para darle una sepultura, pero es frustrante no encontrar una respuesta.
José relata que pasados unos tres meses después que su hijo desapareció, se resignaron y dejaron de ir a preguntar a las instituciones del Estado sobre la búsqueda del joven. “Prácticamente dejamos eso en las manos de Dios” dice con tristeza.
Los padres de Hugo se enfermaron tras su desaparición. María desarrolló hipertensión, mientras que a José se le agravó la diabetes.
“Es duro, es un sufrimiento del que uno no se recupera. Es un vacío que está siempre ahí”, agrega José.
Hugo estudiaba primer año de bachillerato general en un instituto nacional cercano, cuando desapareció.