La película “Don’t look up”, que se ha estrenado en Netflix, hace algunos días no solo es un espejo que invita a la reflexión sobre la manera actual en la cual se resuelven los problemas en las altas esferas de la política mundial, sino que también ofrece una parodia al eterno conflicto entre la ciencia y los intereses económicos de los que preponderan la agenda de la toma de decisiones frente a una emergencia apocalíptica de carácter aterrador.
La trama de la película nos refleja la realidad actual en la cual vivimos, que lejos de ser una sátira, es la franqueza brutal sobre un posible escenario de un cometa destructor que impactará con el planeta. La obra revela cómo los líderes políticos son sometidos por las prioridades de los intereses de la tecnología, haciendo de lado las soluciones científicas y técnicas, al extremo de no solo silenciarlos, sino que destruirlos en un contexto de la manipulación en masa utilizando las comunicaciones de redes sociales. La película nos muestra con mucha sinceridad cómo la humanidad prioriza y resuelve a favor de unos pocos, sacrificando lo importante por lo aparente.
En el contexto viciado de las redes sociales “Don’t look up” muestra a Leonardo DiCaprio representando al Doctor Randall Mindy, profesor astrónomo de la Universidad Estatal de Michigan, quien junto a Kate Dibiasky (interpretada por Jennifer Lawrence) descubren un cometa que impactará en la Tierra. Ni la NASA ni la presidenta de los EE.UU., representada por Meryl Streep, ni ningún país contrapeso a Estados Unidos son capaces de anteponer la salvación del planeta ante Peter Isherwell (Mark Rylance), el billonario mogul de la tecnología y CEO de la compañía Bash, quien fielmente ilustra el carácter de los dueños de empresas tecnológicas similares a cualquier cíclope descomunal como Apple, Alphabet, Amazon, Microsoft o Huawei.
El filme, producido y dirigido por Adam McKay, refleja precisamente la aterradora falta de respuesta de la sociedad al colapso climático, cuyo símbolo es el cometa. Desde el punto de vista estratégico, es una caricatura muy bien disimulada bajo la bandera de comedia pantomima de cómo se toman las decisiones en momentos de crisis y que poco importa el bien de la humanidad cuando hay grupos poderosos a los cuales no hay nadie que pueda hacerlos cambiar de parecer (ni aún todos los científicos, los artistas y los más estudiados). Voluntades políticas compradas, el egoísmo a la más alta potencia, el tráfico de influencias, el individualismo, el narcisismo y la ingratitud de las redes sociales, manipuladas en función de la adquisición de minerales requeridos para seguir produciendo gadgets tecnológicos. Un envanecimiento más a la falta de equilibrio actual de nuestra civilización.
Aquellos que aún no han visto “Don’t look up” por Netflix espero que puedan asistir a las salas de cine. Vale la pena abrir los ojos a la manera en la cual la codicia es motor de la toma de decisiones a niveles altos y cómo la ruindad del egocentrismo prevalece sobre el bienestar y la salvación de la humanidad. Es obvio que el escenario del colapso de un planeta es una ironía extrema; sin embargo, en estos tiempos ya existen señoríos e imperios tecnológicos que, linchando a la democracia, imponen su voluntad, simulando millones de seguidores por redes sociales; enmudeciendo y condenando a los sabios a la pobreza; amordazando a los que más saben, maquillando la realidad para encubrir sus motivos de egolatría y pura vanidad.
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