Putin ha dado el primer paso en su desafío al mundo democrático:enviar al ejército ruso a las regiones separatistas de Ucrania, de hecho una invasión a la soberanía del país vecino, para usarlas como punta de lanza. Esto sucedió mientras le hacía creer a Occidente que sostendría una cumbre con Biden, bajo el auspicio del presidente francés Emmanuel Macron.
De la misma manera ha buscado apoyos en dictaduras como la de él para generar una especie de eje: China, Turquía, Irán, Bielorrusia y otros.
Para los observadores de la situación en Ucrania, el reconocimiento ruso de la autonomía de dos regiones separatistas, Donetsk y Lugansk, en el Donbás, es el anticipo de la agresión, aplastar literalmente al país. Y en esto la interrogante es en qué medida las sanciones inmediatas y duras anunciadas por Estados Unidos y la Unión Europea pueden impedir la tragedia, como ha anticipado la vicepresidenta Harris.
El envenenador encaprichado con Ucrania busca no solo destruir la resistencia en su vecino, sino además la interna de Rusia, restablecer el clima de terror y obediencia absoluta que prevaleció con el estalinismo, uno de los periodos más negros de la historia del siglo XX.
La policía secreta de Stalin, los delatores, todo el engranaje interno estaba destinado a liquidar cualquier atisbo de oposición que tuviera lugar, lo que entre otras cosas llevó a las purgas internas del partido en 1936 cuando viejos camaradas fueron liquidados con balazos en la nuca.
En esos años la batalla contra los nazis tuvo dos facetas: la militar y la del espionaje estalinista sobre lo que pensaban y hacían los comandantes en el campo...
Ni Ortega ha llegado a tal extremo de paranoia, de desquiciamiento mental como Kim Jon-un de Norcorea, de China y Venezuela, pero las capturas sin seguir proceso en El Salvador y los exiliados por orden expresa son las señales del camino que lleva el régimen.
La usual consecuencia del despotismo extremo es la pobreza, lo que está dándose en nuestro suelo y va a ser la tragedia en la Rusia que Putin quiere montar literalmente a balazos, pese a que no se habla de revivir las comunas, el colectivismo, que llevó a la muerte a decenas de millones en los años de Stalin.
Al menos esa lección ha calado, pero al no haber seguridad jurídica, orden de leyes y más persecución física en Ucrania, todo productor enfrentan siempre la disyuntiva de autorregularse o exponerse a que los ojos de los cancerberos se posen sobre él.
El hambre es siempre la consecuencia del despotismo, lo que sucede en El Salvador como resultado de ir de ocurrencia en ocurrencia del aspirante a tirano vitalicio, siendo la última, un insulto a los enfermos del país, estar por estrenar un hospital de mascotas y demorar quizá por dos años más la construcción del Hospital Rosales, clave para la salud y la vida de los salvadoreños.
Los ucranianos ya no quieren volver a ser súbditos de déspotas
Ucrania, como igualmente muchos en Rusia y pese a la represión, se siente parte de Europa, del mundo occidental, no de los herederos del despotismo soviético.
Hay diferencias abismales entre ser libres y ser siervos, entre seguir los propios impulsos para buscar el bienestar y estar encadenados, estar sometidos o ser ciudadanos, poder pensar en libertad o tener gran miedo de hacerlo, insuperable miedo...