A finales de la profética Era sánscrita de Kali, el apocalipsis bíblico cubrió el planeta Tierra, que orbitaba su danza eterna entre la nube solar de Ors, alrededor del astro sol. (El mismo que rondaba su mediana edad de 5 mil millones de años dentro del calendario terrestre de la física estelar). Ante su inevitable caída -la triste y “gloriosa” civilización tecnológica del siglo XXI- tuvo que enviar una misión al espacio profundo, buscando un posible planeta sustituto donde continuar la historia de la especie humana. Esto, debido a la ley universal de la Entropía que condena a la destrucción tanto a las civilizaciones, como todo lo que existe, incluyendo al mismo Universo. Los astrofísicos la dividen en “baja” y “alta” entropía. Una de ellas crea y la otra extingue lo existente. Ha transcurrido desde entonces el tiempo universal en la elipsis cósmica de la vida. Desde esta distancia cartesiana -de aquella era nefasta- relataré enseguida el viaje de los expedicionarios terrestres entre quienes me encontraba yo (hoy tan sólo un fantasma del futuro). Aquellos argonautas celestes buscábamos -más allá de las estrellas- el perdido paraíso de la gloria humana. La misma, inmersa en un invisible lugar del espacio profundo, entre millardos de constelaciones del anchuroso Cosmos. (I) <“Éxodo del Sapiens Estelar al Universo” C.Balaguer-Amazon)>