En sus 23 partidos precedentes en esta temporada de LaLiga Santander, el Levante sólo había ganado un partido, ninguno como visitante, hasta hoy, cuando llegó, presionó, ganó y recuperó la fe en el Wanda Metropolitano, escenario de otro despropósito tremendo del Atlético de Madrid, que tocó fondo en la era Simeone, desfigurado por enésima vez este curso, sin excusas, sin una coartada defensiva.
Porque el Atlético no jugó a nada. En ningún momento ni en ningún lado. No propuso ninguna de las condiciones mínimas para ganar un partido en Primera División. Ni fútbol ni ocasiones -no tuvo ninguna contra el último de la clasificación- ni intensidad, ni presión, ni contundencia, ni convicción, ni nada de lo que siempre tuvo con el técnico argentino, perdido en un laberinto del que ni comprende ni ve la salida. Este miércoles no hubo épica.
No hubo nada por parte del conjunto rojiblanco, devorado por el Levante, al que no le queda otra que creer, pero que jugó con mucho más orgullo, mucha más determinación y mucha más ambición este miércoles que el Atlético, el actual campeón, al que maniató casi de principio a fin y al que rebajo a la mínima expresión en la que se mueve desde hace meses. Ni está ni se le espera. Es un equipo menor. La Champions parece sólo una ilusión.
Simeone habló de un plan en la víspera. No lo tiene el Atlético. O no lo ejecuta. O no sabe cómo desarrollarlo. O no logra transmitirlo. Sea como sea, el caso es que el encuentro que completó el conjunto rojiblanco fue espeluznante. A la altura de otros muchos de esta temporada. O peor. Porque enfrente estaba el último, que fue un equipo mucho más competitivo que el quinto de la tabla, aterrado cuando le presiona cualquier adversario.
Sobrevivió lo que sobrevivió, hasta el minuto 54, gracias a una parada de Oblak, que resurgió en un momento crítico del equipo. ¿Quién sabe qué podría haber ocurrido de haber marcado el gol Jorge de Frutos en el minuto 21? No lo hizo porque entre el regalazo que le dio Giménez, directo al once tras dar negativo hoy mismo de la Covid-19 (después mandó callar a la grada cuando el marcador iba 0-1 en contra), sin un entrenamiento con el grupo desde el pasado jueves, y la portería se cruzó el portero esloveno, que no está como siempre, pero que rememoró alguna de sus paradas cruciales. Pero en ese 54', se derrumbó el castillo de naipes del Atlético, cunaod Melero marcó el 0-1.
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