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Amor, amistad y alegría

“Se llamaba en latín ‘februarius’, de donde >‘febrero’, porque es voz semiculta, ya que la forma popular es ‘hebrero’, articulada y prácticamente olvidada. Febrero, como otros tantos, fue nombrado por Numa Pompilio, y se dedicó a las purificaciones; constituían estas en hacer sacrificios a Plutón (dios de los infiernos), con él ánimo de que los muertos descansaran en paz, y se encendían luminarias en los sepulcros”.

Por Carlos Alberto Saz

Hoy lunes 14 de febrero es el Día del amor y la amistad. Nada mejor, pues, como referirse a este día. Diciendo que la palabra ‘amor’, comienza con ‘a’; amistad, también con ‘a’, y lo mismo ‘alegría’.

Son las tres ‘aes’ de la felicidad, sí. Y para sentirnos bien debemos practicar el significado de cada una de estas tres palabras.
Y como febrero es el mes dedicado al amor, pues nada más oportuno, entonces, como hablar del amor, esa virtud del alma que nos vuelve más humanos, más sensatos, más comprensivos, más cariñosos.

Como miembros de una familia, debemos ser amorosos los unos con los otros, con el fin de que haya unidad familiar. Recordemos que la familia es la base de la sociedad; en la familia se forman los valores humanos que enriquecen la personalidad del niño a fin de transformarlo en una persona emocionalmente equilibrada, dichosa de vivir, útil a sí misma, a su familia, a la comunidad, a la sociedad y a la patria en general. Esto es si cada miembro practica con ejemplos de ética y moral.

“Dad amor a un niño y así ganaréis un gran amor”, decía el filósofo Juvenal. Y el gran estadista inglés Winston Churchill dijo: “No cabe la menor duda, es en el seno familiar y en el hogar donde se crean, se fortalecen y se sostienen las mayores virtudes, las virtudes más dominantes de la sociedad humana”.

También debemos ser amistosos con los demás, pues la amistad significa comprensión, solidaridad, hermandad, sinceridad y altruismo, principios que enaltecen y dignifican a quien los practica.

Y a ello agreguemos la alegría, principio vivificante y constructivo. Seamos alegres, pues la alegría enriquece el corazón y tonifica el alma. Sonriamos siempre, demostrando alegría, porque el Creador nos da la vida. Por más que nos achaque un mal de salud, sonriamos, con la esperanza de que ese mal habrá de desaparecer de nuestro cuerpo. Y si ese mal ya no tiene remedio, pues sonriamos siempre. Sonriámosle a la vida, que es el más preciado don que Dios nos ha dado. Sintámonos, pues, alegres de vivir.

La persona alegre tiene una gran confianza en sí misma, y ello le hace tener éxito en lo que se propone, aprovecha todas las oportunidades que se le presentan; no se cruza de brazos a esperar a que lleguen esas oportunidades, ni las deja pasar; impulsa con mucho entusiasmo cada una de las actividades en las que participa. No posterga las decisiones importantes: actúa siempre, aplica el sentido común en la toma de decisiones, y comparte y disfruta el éxito alcanzado con cada uno de los miembros de su familia y de la organización a la que pertenece, tal como escribe el ingeniero civil costarricense Marco Vinicio Urbina Soto en su libro “El éxito está en las raíces. El alma del éxito empresarial y personal”. G. Diseños Impresos, S.A., San José, Costa Rica, julio de 2009.

Amor, amistad y alegría, pues, para todos, en un afán de ser mejoras personas cada vez, mejores ciudadanos, mejores miembros de una sociedad dinámica y progresía. Así sea.

Y con respecto a febrero, Mes del amor y la amistad, veamos lo que dice el lexicólogo español, doctor José Calles Vales en su libro “Origen de las palabras estrafalarias”. Editorial LISBA, Madrid, España, 2002:

“febrero. Término masculino. Segundo mes del año, el más corto del calendario, con solo veintiocho días, o veintinueve si se da el caso de que es año bisiesto”.

“Se llamaba en latín ‘februarius’, de donde >‘febrero’, porque es voz semiculta, ya que la forma popular es ‘hebrero’, articulada y prácticamente olvidada. Febrero, como otros tantos, fue nombrado por Numa Pompilio, y se dedicó a las purificaciones; constituían estas en hacer sacrificios a Plutón (dios de los infiernos), con él ánimo de que los muertos descansaran en paz, y se encendían luminarias en los sepulcros”.

Finalmente, agrega: “Durante el mes de las purificaciones o purgaciones, no se celebraban matrimonios, ni se utilizaban instrumentos musicales: era un mes considerado nefasto, y por esta razón, era el último del calendario romano, y lo hicieron más corto. ‘Febreruum’ era en latín ‘sacrificio’ y ‘expiación’ , y ‘februo’ era ‘purgar’, ‘purificar’. De aquí vino a decirse ‘februarius’ (el tiempo de la purificación), y en castellano, ‘febrero/hebrero’ ”.

Maestro, sicólogo, gramático.

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