En el mundo de un día la vida duraba un día de amor. Sin existir ni ayer ni porvenir, un momento duró la eternidad. La novia de entonces, solamente amada una sola vez. Y en el raudo reino de un solo amanecer un instante duró su sonreír. No existían entonces promesas que cumplir, si el mañana quizá no llegaría. Y en el breve lapso de un adiós de miel quedó detenida su lumbre de amor. ¡Tan breve destino! ¡Tan breve la vida de aquella ilusión, que alumbrara el alba de un despertar! Su edad de una flor. ¡Efímera aurora que abrió su corola! Como el raudo vuelo de un ruiseñor, fugaz nuestra entrega como el mismo soplo. ¡Tan corto el camino! ¡Tan breve la sombra que fue tras de ti! ¡Tan sola sin ella, buscando la estrella de un amanecer! Ya no soy el mismo de aquel que pasó, porque fui tan breve como el mismo sol. A veces intento volver a aquel día que sólo durara una vez. Y en el cosmos lejano de efímero idilio, solamente un beso duró el universo. En el mundo de un día las cosas vivían una sola vez. A veces intento volverlo a vivir. Aunque sólo sea una sola vez. Me convierto en río que pasa y se va, llevando en sus aguas la flor de un amor… <“El Espantapájaros sin Paraíso” C. Balaguer-Amazon>