Actualmente seguimos enfrentándonos ante una pandemia que de un momento a otro continua presentando diversas metamorfosis por las distintas variantes que no dejan de amenazar a la sociedad a nivel mundial. Lo anterior ha traído consigo un reto cuesta arriba para la economía de los países, en especial países que han venido acarreando dificultades en sus finanzas públicas como El Salvador.
El déficit fiscal, gastos mayores a los ingresos (tributos y cotizaciones) que se generan anualmente por las administraciones públicas, ha sido un talón de Aquiles para los distintos gobiernos que han estado de turno, olvidando un elemento clave para sanear las finanzas: los ajustes fiscales.
Los ajustes fiscales son políticas cuyo objeto principal es que se fomente la tendencia a incrementar los ingresos públicos y que los egresos disminuyan significativamente, pero bajo dos ejes de equilibrio que son la gestión y la transparencia. A lo largo de los años, estos ejes a los que hago referencia no han sido debidamente aplicados, ocasionando estragos en las finanzas públicas y el estatus crediticio del país. Calificadoras de riesgo y casas de estudios fiscales han reiterado de manera constante la importancia de fomentar estas prácticas para mejorar la economía de país y la sostenibilidad a lo largo del tiempo.
Economías como la salvadoreña no pueden ponerse en riesgo de manera precipitada, se requiere de políticas económicas que a corto y largo plazo se vayan ejecutando para ir depurando los problemas financieros de los que el país adolece y que le afectan de una u otra manera a la población. Políticas económicas que van desde la transparencia en los resultados que se tienen en el ámbito recaudatorio, publicidad y claridad del uso de recursos públicos al momento de ser erogados, hasta el compromiso de mostrar una gestión clara y realista de la situación que se vive, dejando a un lado pronósticos demasiado alentadores y que se sabe de manera congruente que no podrán ser alcanzados, al menos, en corto plazo.
Fomentar la educación financiera en la población, apoyarse de los estudios científicos de la academia, tanques de pensamiento y profesionales de la materia, permitirá que esa brecha deficitaria pueda ir reduciéndose poco a poco para ir curando esas finanzas públicas que requieren una atención y seguimiento constante. Estudios socio económicos que evalúen el impacto que puede disminuir la carga tributaria, reestructurar beneficios e incentivos fiscales, fomentar la educación fiscal, regularizar el sector informal, reorientar recursos públicos, son algunos temas que deben ser indicadores para poder tomar una iniciativa y ejecutar acciones concretas y eficientes.
Si bien es cierto, el trabajo no es fácil y es arduo, los resultados a corto y en especial a largo plazos son trascendentales, ya que de una manera directa o indirecta afecta en las distintas necesidades que como país tenemos. Crecimiento y reducción de la pobreza, estabilidad económica, mejora en el sistema tributario e ingresos y en general, una mejora al camino de un desarrollo sostenible. Los ajustes fiscales pueden ser áridos, pero son necesarios. Por consiguiente, ejecutarlos y defenderlos deberá ser un punto de agenda de país, como receta propia de la ortodoxia económica. No olvidemos que unas finanzas públicas sanas son la base fundamental sobre la que construir una economía más equilibrada.
Abogado, Master en Tributación Internacional y Asesoría Jurídica de Empresas, Decano de la Universidad Nueva San Salvador.