Le pedí al Señor del Sueño mirarme al espejo de la vida. Y el espejo que puso ante mí era el de la vida y la muerte. “¿A cuál lado están la una y la otra?”, pregunté. “En ambos -respondió-. Tú eliges donde quieras estar”. Entonces cruzamos el umbral del cristal; del sueño y la vigilia; del pasado y futuro; de la razón y la locura; del odio y del amor; del siglo y de la estrella. Después de un largo trecho llegamos al espejismo de una cima. Era el umbral de mí mismo. “A quien ves en el espejo no es el que buscas, hombre de nieve -me aclaró-. Es tan sólo ilusión. Siempre lo fue y será. Ese es tu destino, viajero. Ser esclavo de la ilusión universal. La cual es un luminoso sendero de puertas invisibles. Esto lo llegas a saber cuando buscas el camino y al final descubres que el camino eras tú. Mira a la vida y a la nada, allá por donde cruces. Cuando llegues al final del espejismo, encontrarás a quien buscas: el gran desconocido de ti mismo”. “¿Y hasta dónde he de ir para encontrarme?”, pregunté. “Hasta que encuentres el amor -respondió-. Entonces la ilusión ha de tornarse realidad. Así -cuando te marches y te borres del espejo- tan sólo llevarás contigo la rosa feliz del despertar”. Le pedí al Señor del Sueño mirarme en el espejo de la vida y tan sólo encontré el rostro de mi ilusión. <“La Felicidad es Cuento” C. Balaguer-Amazon>