“Nubedades” digo yo… Cuando está el cielo nublado y el ave maravillosa se sumerge en la espesura de su vuelo para luego desaparecer. Cual perdiéndose en el tiempo y su eterna neblina de misterio. A veces he soñado ser el ave prodigiosa y sola. Inmersa en el espacio para que el mundo y el destino me olviden. Así me pierdo en el tiempo. O quizá el tiempo se pierde en mí, como el pájaro en el nubarrón. Así pasa la vida o lo que creemos que es la vida. De paso, como el ave luminosa que me olvida, borrándose en los cielos y turquesas mares de ilusión. El tiempo-amor hace pasar el tiempo. Pero el “tempus fugit” (que se va) no hace pasar el amor en la eternidad de su adiós. Tan sólo pasa su sombra, su nombre y su aletear en la borrasca. Lo demás queda en nuestra humana bruma enamorada. El arte de amar nos vuelve artistas del deseo, tornando eterno su prodigio. Invisible, intemporal, celeste… ¡Casi inhumano! Después se va de largo el nubarrón errante. Es cuando -como dice un proverbio maorí- me pongo cara al sol, quedando las sombras tras de mí. La sombra de mis alas abiertas; de aquel amor de ayer que no se alcanza y de mi soledad-borrasca que tan sólo se ilumina al soñar que el ave prodigiosa vuelve desde el infinito. <“La Felicidad es Cuento” C. Balaguer-Amazon>