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Hasta diez muertos y un millar de contagios cada día en el país

Una especie de “nueva religión” es la que predican los que rehúsan vacunarse, la mayoría de los cuales —y especialmente los que dirigen programas televisivos de derecha en Estados Unidos— mueren de covid o sufren otras serias consecuencias, sanitarias o legales

Por El Diario de Hoy | Feb 02, 2022- 20:04

Rehusar vacunarse, negar que hubo un Holocausto, volverse amnésico de la historia, son las formas fáciles de buscar tapar “con un dedo la luz del sol”, en este caso el equivalente de distorsionar los hechos para la propia conveniencia.

Una especie de “nueva religión” es la que predican los que rehúsan vacunarse, la mayoría de los cuales —y especialmente los que dirigen programas televisivos de derecha en Estados Unidos— mueren de covid o sufren otras serias consecuencias, sanitarias o legales, como fue el caso del tenista No-vak-una Djokovic, que pudo haber brillado en el Open de Australia con solo recibir un par de pinchoncitos, pero no le permitieron competir por no estar vacunado.

El Salvador ha llegado a un récord de casi mil contagios y hasta nueve defunciones por día debido, en gran medida, a que mucha gente se descuida pensando que le dará la variante ómicron y no pasará de una gripe y otras molestias; otros asumen que, como ya están vacunados, andan sin mascarilla y acuden a fiestas y aglomeraciones. Pero éstos no saben cómo reaccionarán sus organismos ante el covid, sobre todo si tienen padecimientos crónicos, o si no los atacará la ómicron sino la mortal variante delta. Los cuidados se deben extremar siempre.

Sólo en enero murieron 84 personas, entre ellas un médico, una jueza y otros profesionales y personas de diferentes ocupaciones.
No debemos atenernos a que tenemos hasta tres dosis de vacuna ni que se dice que la vacunación masiva ha sido un éxito, que “el virus está cediendo” y que “estamos viendo la luz al final del túnel” o caer en teorías conspirativas de que alguien “está tratando de controlar al mundo”.

Ni las mejores capacidades ni la fuerza bruta o el más disciplinado cuido del cuerpo pueden revertir el ataque del covid-19 una vez alojado en el organismo y desarrollado en su forma grave, como le ocurrió a Frédéric Sinistra, el “hombre más fuerte” de Bélgica que, no obstante sus bien trabajados bíceps y tórax, fue apagándose postrado en una cama de hospital.

El televangelista y activista antivacunas Marcus Lamb murió después de ser hospitalizado con covid-19 el pasado diciembre. Lamb, quien era diabético y esto complicó su cuadro, decía en su programa que la vacuna contra el covid-19 “no era realmente una vacuna”, sino una “inyección experimental peligrosa”.

Una onza de prevención vale más que una libra de curación

Como decíamos al inicio, negar la realidad puede volverse contra nosotros mismos... ¿Cómo? Pensar que nada nos sucederá si participamos en aglomeraciones como ir a un estadio lleno o reuniones masivas. Aunque la gente muestre cartillas de dos dosis de vacunas y mascarillas, siempre hay un riesgo de que lleguen asintomáticos, que se quiten las mascarillas para gritar a todo pulmón y dispersen millones de partículas de saliva.

Por ejemplo, el coordinador del Instituto de Ciencia y Tecnología e Innovación de la Universidad Francisco Gavidia, nuestro columnista Oscar Picardo Joao, advirtió en las vísperas que asistir al partido de la Selección de Fútbol como el de anoche es una actividad de “alto riesgo”. “En un estadio uno se entusiasma se emociona, grita, se abraza y eso fomenta el contagio”, explicó con mucha razón. Pero la gente siempre se arriesga y la consecuencia son decenas de ambulancias llegando a los hospitales con pacientes prácticamente ahogándose y sin saber si resistirán, cuando pudieron prevenirlo.

De nada sirve arrepentirse, llorar e implorar al final, como le sucedió al italiano Alessandro Mores, de 48 años, padre de tres hijos, quien negaba los efectos de la enfermedad y cuando cayó postrado rechazó ser intubado pese a los ruegos de sus hijos. “Me voy a curar igual”, les decía. Murió dos horas después de ingresar al hospital.

Como enseñaban nuestros abuelos, “una onza de prevención vale más que una libra de curación” y esa prevención pasa por el hecho de vacunarse...

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