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Dignidad…

“Solamente la moralidad en nuestras acciones puede darle belleza y dignidad a la vida” (Einstein)

Por Óscar Picardo Joao

La dignidad (del latín dignitas= excelencia, grandeza) es una condición humana que​ hace referencia al valor inherente de la persona por el simple hecho de serlo, en cuanto ser racional, dotado de libertad.​ No se trata de una cualidad otorgada por alguien, sino consustancial al ser humano.​ No depende de ningún tipo de condicionamiento ni de diferencias étnicas, de sexo, de condición social, económica o cualquier otro tipo.

La idea de dignidad nace de dos fuentes: a) a nivel teológico, por considerar al ser humano creado a imagen y semejanza de Dios; y b) en el mundo filosófico humanista,  desde la ley natural hasta el reconocimiento jurídico de la dignidad personal a través de la Declaración Universal de Derechos Humanos aprobada en 1948, en dónde se establece la dignidad intrínseca y el principio: todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos» (artículo 1°).

Según Benavent-Vallés y Martínez-Rivera (2022) la dignidad también se construye a partir de tres ejes fundamentales en el hecho de ser persona: la identidad como núcleo personal, la dimensión social como reconocimiento del otro en el proceso de formación de la propia identidad, y la libertad última que es el motor interno que permite a la persona tomar las decisiones oportunas en cada momento para forjar el propio itinerario vital.

En términos prácticos, tener dignidad implica respetar ciertos principios y valores, más allá de otros factores o intereses que desfiguran la ética en la toma de decisiones. Por el contrario, las personas indignas son aquellas que anteponen intereses económicos, políticos o personales sobre ciertos valores relacionados a la verdad, el interés común, lo correcto o lo prudente.

Tener dignidad también implica el ser consecuente con los principios e ideas que han guiado un modo de actuar y ser a lo largo del tiempo; se trata de un modo de estabilidad ideológica que no se altera por circunstancias o conversiones convenientes. Antes era de izquierda y ahora soy de derecha, antes era progresista y ahora soy conservador, etcétera.

Dos de los elementos que están más presente en las actitudes indignas son el dinero y el poder; estos dos factores son patológicos, enferman a la gente. Tal como medimos en el V estudio de Humor Social y Político la mayoría de gente tienen un precio, y el problema es saber cuál es esa cifra. Esto no es digno, no es ético y no es humano.

El dinero y el poder son dos virus muy poderosos que enferman a la gente, y sólo se curan con un buen polo a tierra, sea éste un consejero, lectura, escuchar a otros o simplemente verse en el espejo y hacer un examen de conciencia.

La gente cambia, y pasan de la dignidad a lo indigno de forma rápida; olvidan su pasado y sus palabras, hacen un conveniente borrón y cuenta nueva para adaptarse a las nuevas circunstancias que respondan a los nuevos intereses.

En nuestras investigaciones en el campo de psicología social hemos identificado seis factores que inciden en el cambio ideológico: poder, dinero, sexo, religión, crisis y miedo; uno de estos factores ya lo medimos -el dinero- los otros se mantienen como hipótesis.

La formación ciudadana para fortalecer la dignidad depende de dos elementos: a) La educación en la familia; y b) el refuerzo escolar de estudios cívicos. Ambos están en crisis; existen demasiadas familias disfuncionales en dónde no hay tiempo para conversar sobre temas axiológicos; y el intento de recuperar los estudios de moral y cívica siempre sucumbe ante las modas curriculares y el peso que poseen los contenidos matemáticos, físicos, químicos, literarios o sociales.

¿Quién forma al ciudadano (a)…? Las decadentes redes sociales y la sociedad educadora; ahí se aprende a odiar, a insultar, a consumir, a irrespetar todo lo que sea posible y hasta escribir mal. El sistema educativo está fallando desde hace años en esta tarea y no se da cuenta; solo se preocupa por las estadísticas básicas y clásicas de mediana calidad: promedio de Matemáticas, ciencias, Sociales y Literatura, que por cierto están mal y muy bajos. Es la ecuación perfecta…      

Uno de los más importantes y cruciales conceptos educativos de la Antigua Grecia era la Areté que significa “excelencia” o virtud. Se trataba de una genuina preocupación del cultivo de la excelencia (del griego aristós = lo mejor).

Según Hipias de Élide, el fin de la educación o paideia era lograr la areté, que significa capacidad para pensar, para hablar y para obrar correctamente. La excelencia política (ciudadana) de los griegos consistía en el cultivo de tres virtudes específicas: andreía (valentía), sofrosine (moderación o equilibrio) y dicaiosine (justicia): estas virtudes formaban un ciudadano relevante, útil, perfecto y digno.

Las nuevas narrativas generacionales y lo que sucede en diversos ámbitos de nuestra vidas, a nuestro modo de ver, implican un sofisticado adelanto tecnológico y una acelerada deshumanización; esto articulado por un modelo fractal de nuevos intereses y minorías que complican el diálogo y el entendimiento humano; y aquí el eje de todo es el teléfono móvil, una extensión tecnológica de la nueva antropología digital.

La política alemana Angela Merkel afirmó: “Cuando hablamos de dignidad humana, no podemos hacer concesiones”, y esto tiene implicaciones personales internas y también desde la alteridad; no hay fronteras, no es negociable y ni debería ser un privilegio de pocos.

El mejor seguro de vida es la ética; poder dormir tranquilo sin remordimientos y sin traumas, pese a algunas limitaciones. No hay que hipotecar el futuro por el egoísmo, la politiquería o por un puñado de dólares. Es mejor ser dignos…

Disclaimer: Somos responsables de lo que escribimos, no de lo que el lector puede interpretar. A través de este material no apoyamos pandillas, criminales, políticos, grupos terroristas, yihadistas, partidos políticos, sectas ni equipos de fútbol… Las ideas vertidas en este material son de carácter académico o periodístico y no forman parte de un movimiento opositor.

Investigador Educativo/opicardo@asu.edu

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Filosofía Opinión Valores

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