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Especialistas: autoritarismo en el país podría complicar financiamiento internacional

El desmantelamiento de la democracia en El Salvador, con la reelección de Bukele, provocaría más dificultades para obtener fondos, señalan especialistas

Por Moisés Alvarado | Nov 27, 2023- 05:30

Nayib Bukele está inscrito como candidato a la reelección, aún siendo presidente de la República. EDH/ AFP

El gobierno de Nayib Bukele es voraz en cuanto al gasto: a pesar de que este año no tuvo que abonar capital e intereses a la deuda de pensiones por unos $500 millones, ha tenido que endeudarse para funcionar. Algo que le ha sido aún más sencillo desde que una mayoría de Nuevas Ideas ocupa la Asamblea Legislativa, pues el perfil de la deuda pública ha crecido a un ritmo de $200 millones cada mes.

Pero esa aceleración solo la pudo haber alcanzado gracias a que no hay independencia entre esta Asamblea Legislativa y el Ejecutivo. En El Salvador no hay separación de poderes. Y el panorama solo parece radicalizarse: A pesar de que al menos seis artículos en la Constitución impiden la reelección, Nayib Bukele ha sido inscrito como candidato a la presidencia de la República. Y todo apunta a que ganará la contienda.

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Esto puede conducir a una paradoja: Solo la ausencia de independencia de poderes ha permitido al país endeudarse casi sin control, pero es esa misma condición la que puede empezar a cerrarle aún más puertas de financiamiento externo a El Salvador a futuro.

Eso es lo que sostiene Napoleón Campos, especialista salvadoreño en Relaciones Internacionales. Es más: apunta a que esta deriva autoritaria experimentada por El Salvador ya ha comenzado a mermar la confianza de los inversionistas. Por eso, a pesar de que ha tenido algunas mejoras, la calificación de los bonos del país todavía puede catalogarse como “basura”.

“No es posible desmantelar la democracia en un país sin pagar las consecuencias”, sostiene Campos. Uno de los indicadores de esta desconfianza es la caída en la Inversión Extranjera Directa (IED). Por ejemplo, en este rubro, fue el único país de la región que registró números negativos: 133 % menos. Es decir que, en lugar de recibir IED, la perdió, y en un monto de $101 millones.

El presidente de la Asamblea, Ernesto Castro, abraza al presidente de la República, Nayib Bukele, en la Asamblea Legislativa. Foto EDH/ Archivo

“Es clara la tendencia: el crecimiento económico es incompatible con una dictadura”, sentencia.

El experto también señala otras pérdidas en inversión experimentadas por el país, como la no renovación de Fomilenio, que puede traducirse como que el país no aprobó con todos esos requerimientos de transparencia y rendición de cuentas que requiere una cooperación de esa naturaleza.

Para Campos, el panorama será más complicado en 2024, cuando el gobernante llegue al poder de forma ilegítima.

Esto es porque, por ejemplo, los organismos más prestigiosos, como el Fondo Monetario Internacional (FMI), cuentan con claúsulas democráticas, para erogar fondos.

“Vamos a tener que ir parche sobre parche, porque ya no habrán fondos frescos. Ni siquiera apuestas alternativas como China podrán salvarlo”, dice el especialista.

La popularidad como escudo

Édgar Gutiérrez, excanciller de Guatemala, es una de las personas con más prestigio en la región para hablar sobre relaciones internacionales. A él le pertenece el mérito de la llegada de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) a su país, pues fue quien propuso y negoció con la ONU el primer diseño de esta entidad, que llevó ante los tribunales a personajes poderosos.

Para el centroamericano, hay una característica de Nayib Bukele que podría seguirle abriendo las puertas a financiamiento: su enorme aceptación entre la población local, un criterio muy tomado en cuenta, por ejemplo, por los organismos multilaterales a la hora de prestar dinero.

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Para medirlo, explica, estas entidades utilizan diferentes indicadores, como encuestas nacionales y grupos de enfoque, encuestas de élites, niveles de conflictividad, capacidad de comunicación de masas, el comportamiento del voto popular, las reacciones locales e internacionales frente a políticas rupturistas (por ejemplo, el régimen de excepción), y un largo etcétera.

“En los indicadores de democracia, El Salvador aparece ahora como un régimen híbrido acercándose cada vez más a un régimen autoritario, pero sin perturbaciones políticas ni sociales. Ese contraste mantiene a los organismos internacionales, públicos y privados, con el dedo por encima de la tecla naranja”, comenta Gutiérrez.

Según el guatemalteco, hay tres consideraciones para que la banca multilateral decida complicar los flujos: la primera, si el país no cumple los compromisos macroeconómicos, que son la primera garantía de pago; la segunda, si debe ser sometido a presiones o amenazas por consideraciones geopolíticas, ajenas al cumplimiento estricto de las cláusulas de compromiso; y la tercera, si ha sido expulsado (o renunció) a los esquemas de diálogo político multilateral. El Salvador, hasta ahora, solo está en el primer eslabón de las tres consideraciones. Cuenta con un margen de negociación, que se puede ir ampliando o estrechando según el manejo de las consideraciones 2 y 3.

“El gran blindaje del régimen de Bukele es la altísima aceptación de la población a sus políticas”, comenta Gutiérrez.

Por tanto, una de las causas por las que a Bukele se le podría cerrar el grifo del financiamiento externo podría ser una pérdida de popularidad.

Nayib Bukele
Decenas de partidarios de Nuevas Ideas acompañaron a Nayib Bukele cuando se inscribió como candidato a la presidencia en el TSE. Foto EDH/ Francisco Rubio

“No es automático, pero si llega a suceder se le vuelve tortuoso, porque la alta legitimidad interna de la que goza riñe un poco con el manejo de la deuda (casi nulos márgenes) y los experimentos no exitosos con el Bitcoin, y las tensiones con USA y la UE, socios con un peso determinante en los organismos financieros multilaterales”, sentencia.

Pero el gran espejo en el que puede verse El Salvador es en el caso nicaragüense, donde su dictador, Daniel Ortega, ha seguido contando con la ayuda de organismos multilaterales de prestigio, como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), no solo del ya cuestionado Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE).

Para Gutiérrez, históricamente ha habido una doble moral en la administración del financiamiento internacional, “casi siempre sujeto a criterios políticos”.

“La diferencia esta vez es que las centenarias democracias liberales occidentales están siendo sometidas a una prueba de democracia: el ascenso por la vía democrática de fuerzas no siempre democráticas. ¿Cómo emplearán su poder esas fuerzas no democráticas o radicales? Es una pregunta que puede acompañar el análisis de escenarios de El Salvador”, comenta.

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