Antonio C.A. está detenido desde hace más de 16 meses bajo el régimen de excepción, decretado desde el 27 de marzo del 2022 para ayudar a las fuerzas del Estado a encarcelar a los miembros de grupos terroristas como la Mara Salvatrucha (MS-13) y las dos facciones de la pandilla 18, la Sureña y la Revolucionaria.
Pero en varias comunidades de Puerto El Triunfo, donde Antonio vivía hasta principios de junio de 2022, un jefe militar, capitán de corbeta (equivalente a mayor en el Ejército y Fuerza Aérea), es señalado de haber usado el régimen de excepción para chantajear a muchas mujeres, incluyendo menores de edad, con “favores” sexuales a cambio de no aplicarles el régimen a ellas o a sus esposos o compañeros de vida.
El capitán José Edid Cortez Henríquez fue capturado por órdenes de la Fiscalía General de la República (FGR) por delitos relacionados a la libertad sexual. Según lo dijo la Fiscalía, chantajeaba a mujeres para que le hicieran favores sexuales a cambio de no capturarlas a ellas o a sus convivientes.
Sin embargo, desde principios de abril, cuando su imagen apareció entre muchos de los 232 capturados en el marco de la “Operación Valentina”, la fiscalía ya no informó sobre el proceso judicial contra el jefe militar. Y la institución castrense no ha dicho una palabra sobre esa detención.
El Diario de Hoy gestionó la versión de la Fuerza Armada sobre este caso y una forma de contactar al oficial o a su abogado, sin embargo no hubo respuesta.
Antonio fue capturado al filo de la medianoche del 9 de junio del 2022, mientras dormía con su familia. Quien llegó a capturarlo fue el capitán Cortez Henríquez, según relata W.L.A., su mujer, a quien el militar le habría dicho que “nada de esto (el arresto) hubiera pasado si ella le hubiera hecho caso”.
Eso sucedió aproximadamente cuatro meses después de que el hijo mayor de W.L.A. fue arrestado también bajo el régimen de excepción, según la mujer, injustamente también.
El 7 de junio, asegura W.L.A., el capitán Cortez Henríquez llegó a su casa con varios soldados. En esa ocasión el oficial entró a la vivienda, revisó la casa, sin orden judicial, le preguntó cuántos vivían en esa casa. Ella le dijo que tres.
Le preguntó también si no tenía pareja, a lo que W.L.A. le respondió que sí, pero que no estaba porque estaba fuera, en el trabajo. Fue entonces, sostiene ella, que el militar le dijo que “si no querés que le pase algo, cedé a tener algo conmigo. Yo lo agarré como que era una broma. Me puse a reír y me salí de la casa”.
Según W.L.A., conoce al referido oficial desde la infancia. Sin embargo, ella se fue de ese sector por más de 20 años, y jamás pensó volverlo a encontrar, y menos bajo las circunstancias en las que el militar actuaba, al registrar casas sin órdenes judiciales durante las noches.
“Yo lo conocí a él desde que estábamos en la escuela; él le levantaba la falda a uno, el lo acosaba mucho a uno desde que estaba cipote”, refiere W.L.A., y añade que fueron compañeros de estudio en una escuela pública. Recuerda que eran tres muchachos los acosadores en la escuela local.
“El llegaba a las casas y él se metía a las casas con los soldados que andaba como seguridad, le robaba a uno lo que hallara. Ellos no atinaban. A veces a uno lo maltrataban, porque cuando se llevaron a mi marido yo estaba recién operada del apéndice pero ellos no tuvieron consideración, me empujaron y me obligaron a sentarme en un lugar donde yo no podía”, afirmó W.L.A.
Era la medianoche del 9 de junio
W.L.A señala que el capitán Cortez Henríquez se introdujo nuevamente a la casa y en cuanto vio al compañero, lo escuchó decir: “Aquí está el mío”. Luego lo sacó de la casa, le revisó el teléfono, allí vio que había sido soldado. Antonio le dijo que había estado de alta en la Sexta Brigada de Infantería, con sede en Usulután.
W.L.A. asegura que el capitán le ordenó meterse a una habitación de su casa y le cerró la puerta en la cara, pues ella no quería dejar de presenciar la captura de Antonio porque ya había observado que lo estaban golpeando.
Luego el militar entró a la habitación y le pidió a L.A. que le diera una camisa para Antonio. La mujer le preguntó por qué se lo iba a llevar capturado. “Si hubieras cedido a lo que yo te propuse esto no hubiera pasado”, dice W.L.A. que le dijo el militar. Ella solo atinó a decirle que no tenía vínculos con pandillas ni había cometido ningún delito.
“Igual me lo voy a llevar”, le respondió.
La mujer relata que Antonio fue golpeado por los militares, luego se lo llevaron y horas después lo pusieron junto a un pandillero tatuado y a otro joven que tampoco tiene vínculos con pandillas. En la información que pusieron en las redes sociales, la Fuerza Armada escribió que eran colaboradores de pandillas y que recogían la renta.
No obstante que lo pusieron a la par de un pandillero tatuado, a Antonio y al otro joven no les quitaron la camisa, como suelen hacer con los que sí tienen tatuajes alusivos a pandillas. W.L.A. también afirma que el teléfono de Antonio no se lo llevaron. Generalmente, cuando policías y soldados capturan a un pandillero también se incautan de los teléfonos como posible fuente de pruebas del delito que le van a imputar. Este no fue el caso de Antonio.
Como muchos de los pescadores, agricultores, curileros y sardineros que han sido capturados supuestamente de manera arbitraria, Antonio está en el penal de Mariona; los escasos recursos de que dispone W.L.A. le impiden hacer mucho por procurar su liberación.