A Arnoldo lo mató la Policía. Un grupo le disparó en el tórax la tarde del 2 de octubre en el patio de su vivienda en el caserío San Antonio, del cantón Santa Olaya, municipio de Tejutepeque, en Cabañas, según el reporte de Medicina Legal.
José Arnoldo Mejía Mendez, de 58 años de edad, padecía esquizofrenia y por eso atacó a los agentes con una cuma ante lo cual le dispararon a quemarropa, según dijeron policías el día del incidente.
El actuar de los agentes antipandillas contrasta con lo establecido en la Ley Orgánica de la Policía Nacional Civil (PNC), la cual ordena el uso de las armas de fuego solamente “en caso de peligro inminente de muerte o lesiones graves”.
La misma ley señala que cuando el empleo de las armas de fuego sea inevitable, los agentes deben reducir al mínimo los daños y lesiones con el afán de proteger la vida. Arnoldo recibió los disparos en una zona letal.
El hombre vivía solo en una casa rodeada de arbustos. Excepto los policías, nadie sabe con certeza qué pasó previo al ataque. Los vecinos alertaron a su familia, que vive unas cuadras más arriba, cuando escucharon los disparos.
“Cuando nos avisaron que los policías habían disparado dentro de la casa, salimos corriendo, pero ya no nos dejaron pasar, solo vi cuando lo tiraron en la cama de la patrulla porque supuestamente aún respiraba”, relató una familiar.
Los parientes aseguran que en la escena había más de diez policías fuertemente armados, al parecer de un grupo antipandillas. Una patrulla se encargó de trasladarlo al Hospital Nacional de Ilobasco, pero ya había muerto.
La enfermedad de Arnoldo no era ajena para la comunidad, ni para la policía local. Su esposa relata que en octubre del año pasado, cuando lo tuvo que ingresar de emergencia en el Hospital Psiquiátrico, los agentes de Tejutepeque le ayudaron a trasladarlo en una patrulla hasta Soyapango.
“Yo les pedí ayuda porque nosotros solos no podíamos llevarlo. Él veía cosas, decían que lo perseguían, a veces decía que se tenía que esconder porque lo quería matar. En esa desesperación se ponía mal”, explica la señora.
Su hija recuerda que estuvo dos meses ingresado, luego le dieron el alta, pero le habían dejado medicamento que debía tomar diariamente. En total ocho, entre pastillas y cápsulas.
En los siguientes seis meses Arnoldo cumplió con su tratamiento, pero a partir de julio se negó a ir a traer el medicamento, porque creía que le estaba dañando los riñones. Al dejar la medicina, volvieron las alucinaciones.
“Como él era veterano de guerra decía que lo venían siguiendo o que el helicóptero iba a bombardear”, explica su hija.
Un carnet que su familia guarda detalla que prestó servicio en el Destacamento Militar número 2 del municipio de Sensuntepeque, desde 1981 a 1993, un año después que finalizó el conflicto armado con la firma de los Acuerdos de Paz.
La Policía en su informe diario de muertes, reportó el homicidio ocurrido en Tejutepeque, pero aseguró que se trataba de un delincuente y que este había herido a un policía con un machete.
“Delincuentes muertos: 1 en Tejutepeque, Cabañas, tras atacar con un machete a un agente. El sujeto murió en el lugar, mientras el policía fue trasladado a un hospital donde está fuera de peligro”, se lee en la ficha.
Tres horas antes del homicidio, una de sus hijas le había llevado alimentos, como todos los días lo hacían en cada tiempo de comida. “Estaba tranquilo, sentado en la hamaca, me dijo que le dejara la comida que más tarde comería” dice.
La familia se niega a creer que Arnoldo fuera un peligro para un grupo de policías fuertemente armados. Residentes del lugar dijeron que usualmente el señor se mantenía dentro de su casa.
“Mire él hablaba solo, pero no era agresivo, la verdad no sabemos qué pasó ese día, pero lamentamos que haya terminado de esa manera”, expresó una señora que pidió no ser identificada por seguridad.
Los familiares del vetereno de guerra piden a las autoridades que se haga una investigación transparente de lo que pasó esa tarde lluviosa.
“Nosotros pedimos que se haga justicia, porque él era una persona enferma. Creo que las autoridades tienen el conocimiento para reaccionar de otra manera y no quitarle la vida a una persona”, manifestaron.
En la vivienda aún quedan los trastes con los restos de la última comida que su hija llevó. A un lado la guitarra con la le cantaba canciones a sus hijos y a sus nietos.
Mientras que en la casa de su esposa e hijas cada tarde un grupo de creyentes rezan por su alma en un altar con flores y velas amarillas colocado en uno de los cuartos donde vivió Arnoldo, antes de perder la lucidez.