El 22 de septiembre de 1955, hace ya 68 años, falleció el maestro Francisco Gavidia. Su legado, custodiado durante décadas por su familia y actualmente por la UCA, da una idea de la grandeza intelectual de este hombre. Como muchos jóvenes que se inician en el mundo literario, Gavidia cultivó la poesía. Una poesía de cauce romántico, que dio paso poco después a una poesía de talante filosófico. Más allá del tópico de Gavidia como mentor de Darío o como precursor del movimiento modernismo, el autor de Sóteer acometió una proeza titánica: a través de un ejercicio intelectual en el que cultivó diversas disciplinas creativas y reflexivas -era, pues, lo que se conocía como polígrafo o polímata-, Gavidia intentó fundamentar un proyecto de nación para El Salvador.
El país en el que nació Gavidia no era propiamente una Nación. Tenía, eso sí, un Estado, el que surgió del naufragio de la Federación Centroamericana. Un Estado, en el sentido de unas instituciones estatales y unas determinadas prácticas del poder, pero no una Nación, en el sentido de una “comunidad imaginaria”, como lo planteaba Benedict Anderson, esto es, una comunidad humana que vive en un territorio, bajo un Estado soberano, pero, sobre todo, una comunidad cohesionada a partir de una narrativa de su historia, de unas realizaciones culturales, que le dan un sentido de pertenencia e identidad. Nada, o poco de eso existía, en un El Salvador acosado por la inestabilidad social y las rivalidades entre caudillos que representaban distintas facciones políticas y económicas que se alternaban en el poder sin solución de continuidad.
Muy temprano, Gavidia conoció la experiencia cruel de la guerra, mientras se iniciaba como intelectual. Mayorga Rivas, en el tercer volumen de su Guirnalda salvadoreña, lo recuerda muy bien, mientras nos pinta el retrato de un joven intelectual que destacaba en su entorno provinciano. Probablemente, esta vivencia de la guerra, en una sensibilidad como la suya, marcó de alguna manera su proyecto intelectual. Ante la carencia de un teatro, de una narrativa y de una filosofía propias, esto es, que expresaran la realidad nacional, Gavidia acometió la tarea de incursionar en estos géneros, así como en la investigación histórica, desde la perspectiva de ayudar a fundar la Nación salvadoreña.
Demócrata consecuente -se dice que cuando el régimen de Hernández Martínez, tras publicar sus Discursos, escritos y conferencias, en 1931, le hizo un acto de homenaje en el parlamento, el escritor aprovechó la oportunidad para dar un discurso a favor de la democracia y en contra del autoritarismo; a favor de Atenas y en contra de Esparta-, Gavidia veía en El Salvador una misión salvadora de la cultura universal. Su grandioso poema, no sólo en extensión, sino en su contenido filosófico, Sóteer, expresa esa misión redentora que veía para el país. El término griego sóteer, como sabemos, significa Salvador (de ahí, por ejemplo, la soteriología dentro de los estudios teológicos). El Salvador debía, pues, ser el salvador de la tradición humanística universal. Pero tal misión salvadora requería un cimiento filosófico y literario para poder consumarse. He ahí los empeños de este hombre.
Hace algunas décadas, el nieto de nuestro autor, José Mata Gavidia, se interrogaba sobre qué podíamos hacer para retribuir el legado de su ancestro. La respuesta sigue siendo la misma: Estudiar su obra y buscar en ella, de forma crítica y a la altura de este tiempo, los elementos necesarios para construir nuestra Nación, en el sentido de ser una comunidad abierta a todos.
Docente investigadorDepartamento de FilosofíaUniversidad Centroamericana "José Simeón Cañas"
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