Pastaba un ciervo bajo un árbol de ramas desnudas. En cierta época los árboles cambian su follaje y quedan desnudos como el corazón sin sus dulces ilusiones. En un charco de agua el ciervo vio reflejarse su rostro de ojos negros y brillantes y la ramazón de su cornamenta. Miró después hacia arriba y descubrió el parecido de sus cuernos a la ramazón del árbol. “¿Por qué nos parecemos tú y yo?” –preguntó al árbol. “Es por nuestros sueños… contestó aquel. Yo sueño con viajar y conocer nuevos albores y hermosos lugares lejanos como lo haces tú, ciervo fugaz y aventurero. Por eso mis ramas son similares al asta de tus cuernos. En cuanto a ti, quisieras quedarte a vivir en la llanura, sobre el verde prado y florecer de amor. Pero no puedes hacerlo porque tu destino es andar, conquistar, pasar… En cambio el mío es soñar, crecer, quedar… Vivir los días y al final morir en el llano. Por eso tu cornamenta imita a mis ramas y mis ramas tus anhelos… Tú sueñas como el árbol y el árbol sueña como tú. Somos parte del gran sueño de la llanura” –terminó diciendo el árbol. El ciervo siguió su camino y el árbol siguió creciendo a las estrellas.
Fábula del árbol y el ciervo de la llanura
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