Su aspecto era como el de cualquier vendedor de servicios y productos. Pero a éste le llamaban el “hombre antorcha” o “Fireman”. Como sabemos, hay vendedores de todo. Desde vendedores de enciclopedias hasta vendedores de la Patria, la paz y la inocencia. Este vendedor, sin embargo, tenía el don de cerrar casi todos sus contratos. Porque cada negocio lo pactaba, poniendo en juego su propia vida. “Fireman”, el hombre de fuego, se hizo famoso porque -ante los ojos de su desconcertada clientela- se prendía fuego literalmente a sí mismo. Por unos momentos su cuerpo ardía como una flama humana. De esa forma el vendedor de trajes y sistemas controladores de incendios cerraba con optimismo sus negocios. Su lema: resurgir de las llamas como el ave Fénix de la mitología y demostrar lo efectivo de sus equipos protectores y extintores de fuego. De esa manera fue envolviendo en llamas repetidamente su humanidad y sus promesas. Y allá siguió por las calles del mundo, este extraño ángel de fuego. Quemándose una y otra vez, en sus derrotas, victorias, desilusiones y exitosos contratos. Surgiendo y desapareciendo, como la flama de la vida, la pasión, el triunfo y los anhelos…
El “Fénix” vendedor en llamas
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