“Palabras, palabras, palabras…” escribía Shakespeare, como si éstas fueran la conclusión del mundo o de la leyenda humana. Y en cierta forma lo son: las palabras pueden contener toda la historia de una civilización o de la humanidad entera. De la misma forma que una frase puede encerrar la verdad de la existencia. Así -mediante la asombrosa computadora que traduce el lenguaje de los delfines al humano- seguiremos hablando con los inteligentes cetáceos y con el delfín humano. Aunque ningún diálogo es posible cuando se interponen pasiones y mezquinos instintos primitivos. La nueva Era del delfín de los mares del espacio cibernético ha empezado con otra que termina. Recordemos que “Delfín” significa precisamente que es del final de un reinado o de una época. (Se le llamaba “Delfin” al heredero de la corona). Así una era termina para nuestra civilización y a lo mejor -comprendiéndonos con el antiguo cetáceo de los mares- logremos al fin comunicarnos con los humanos delfines del anchuroso océano ciber-espacial. Allí donde una palabra puede decirnos todo. Ya se trate de un hombre o de un delfín del infinito firmamento. Aunque al final de la historia terrestre sólo queden “palabras, palabras, palabras” -como expresara el famoso dramaturgo inglés- sobre los muros, monumentos o textos que borre la mano justiciera del destino.
Hablando con el delfín humano
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