El Amor y la Paz se amaban, abrazados eternamente uno al otro, viéndose mutuamente a los ojos y el alma. Un día entre tantos, llegó el ángel de la muerte con la intención de llevarse con él a la divina Paz. El Amor le advirtió que si le separaban de ella, él moriría. “¿Un mundo sin amor?” -se preguntó el que corta los lazos de la vida. Después de ello se marchó por los senderos del viento, vencido por el Amor. Los siglos pasaron y los amantes se convirtieron en un solo ser. “Sólo formándolos de bronce -dijo Dios conmovido- lograré que nunca se separen”. La divinidad envió a un maestro fundidor para que los cubriera de bronce líquido. Único metal que sobrevive al tiempo -ya sea bajo tierra, agua o a la intemperie- sin destruirse. Es así como guarda y conserva las obras de arte, mensajes y huellas de civilizaciones pasadas. Mediante la técnica africana del fundido en “cera perdida” podremos rescatar lo olvidado, borrado o perdido. ¡Lo soñado talvez! Esta leyenda (“Eternidad de los Amantes”) detiene el drama divino de la paz y de la inmortalidad de amar. Fundiendo en uno solo el sueño de amor de aquellos que -venciendo al destino y a la misma muerte- quedan unidos en un sublime abrazo bajo la luz estelar del tiempo y de la historia.
Eternidad de los amantes
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