Ausente otoño del cantor aquel de la leyenda. Danza de nubes golondrinas. Hojas maduras que caían y robaba el ventarrón. Cantar de lejanías del viento iluminado de nostalgias. En algún lugar del mundo se anunciaba una nueva función de Matinée del “Circo del Aire”. El mismo circo de risas y leones “que pasó como todo en la ventisca”. Los feroces felinos envejecieron con los grandes elefantes, los díscolos enanos, los alegres payasos y raudos volatines. El lanza puñales junto al domador murieron con los años. La encantadora de serpientes fue mordida por uno de sus ofidios venenosos, sin morir. Después se dedicó a leer la suerte en las cartas, convirtiéndose en la famosa “Madame Tarot”. La misma que leía el destino en las estrellas o en las líneas de la mano. Dado que el tiempo y edad florida de la bailarina se acababa -y que tardara en volver el temido cobrador de ilusiones- Talismán decidió realizar por fin su danza mágica. El trágico drama-ballet de su destino. Lo demás es pura historia. Asombraría a la trashumante audiencia. La misma gente que era ilusión como el acto del adivino Azar, quien ya no volvería a asombrar la última función. Antes de irse, los fugaces espectadores llenarían de aplausos un instante la pista iluminada.(XVI)
Ausente otoño del cantor
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