Lo bueno de que sea fin de semana es que podemos dejar a un lado los informes pendientes, lo problemas económicos, la reducción de alcaldías, etc. para poder hacernos preguntas filosóficas sobre temas trascendentes como ¿por qué puede hablar un perico, pero no mi chucho? ¿De quién son hijos los sobrinos del Pato Lucas? O bien, hacernos la pregunta que le da nombre a esta columna ¿Cuánto pesa una nube? Puede que el contenido de esta columna no cambie tu vida, pero te va a hacer lucir más intelectual hablar sobre el tema en la sobremesa del almuerzo del domingo.
Para empezar, ¿qué es exactamente una nube? Son concentraciones de vapor de agua condensado en forma de pequeñas, de hecho, de muy muy pequeñas gotas, cristales de hielo o copos de nieve (dependiendo de la temperatura), que provienen de la evaporación del agua de la superficie, sobre todo de los océanos, por la acción de la energía solar. Estas gotas o cristales son tan pequeñas (entre 0,2 y 0,3 milímetros) que flotan en el aire y solo cuando debido a las bajas temperaturas alcanzan un milímetro o más, se convierten en lluvia y caen sobre nuestras cabezas o nuestros paraguas.
Las nubes son la parte etérea del ciclo sin fin del agua: el agua se evapora y se forman las nubes y al regresar como lluvia, el agua se acumula sobre y bajo la superficie terrestre solo para, eventualmente, volverse a evaporar. Probablemente te resulte interesante saber que, desde el inicio de los tiempos, una vez que la tierra se enfrió existe la misma cantidad de agua -ya que esta no se destruye-, realizado ese ciclo -para gran beneficio de todas las especies- de forma infinita y continúa.
Pero las nubes no se limitan a formar parte del ciclo del agua, sirven para redistribuir la energía solar y de esa forma uniformar la temperatura del planeta, contribuyendo -junto a los casquetes polares y los mares- a reflejar la luz del sol con lo que contribuyen a evitar el calentamiento global. Pero las nubes, aunque parecen sólidas, no lo son, situación que han comprobado todos aquellos afortunados que han tenido la oportunidad de volar en avión y atravesarlas, por tanto, la caricatura de Heidi montando una nube no es otra cosa que una vil mentira.
Si las nubes fueran únicamente vapor de agua, difícilmente las podríamos ver dado que normalmente ese gas es invisible. La podemos ver gracias a que, estando compuestas de minúsculas gotas de agua, al recibir la luz del sol la dispersan, reflejando todos los colores hacen la luz blanca dando a la nube ese aspecto blando y acolchado como los algodones de azúcar como los que te comías en la Feria de Consuma (Q.D.D.G.).
A veces las nubes son oscuras. A ese tipo se le llama “nubarrones”, que ha sido fuente de malos presagios cuando los ves en el horizonte. Este efecto ocurre simplemente porque las nubes son demasiado densas y la luz no las puede atravesar con facilidad, de ahí que al impedir que la luz del sol se filtre, usualmente los meses de invierno son más “oscuros” no obstante te encuentres en pleno día. Si pudieses utilizar un artefacto volador y volar más alto que esa nube oscura, podrías ver el sol en todo el esplendor de verano, algo similar a lo que le pasó a Trinity en Matrix.
Habiendo explicado lo anterior, entremos en materia ¿Cuánto pesan las nubes? Aquí la cosa se pone buena, por alguna razón que escapa a mis capacidades intelectivas, el Sistema Internacional de Medida de Nubes no expresa su peso en kilogramos, sino en… elefantes. Para el caso, de acuerdo con el Centro Nacional para la Investigación Atmosférica de Boulder, Colorado, EEUU, un cúmulo medio (una de las nubes más comunes) suele pesar “cien elefantes” y tomando en cuenta que un elefante promedio pesa seis toneladas, esa nube cualquiera que ves en un lindo día de verano, pesa alrededor de seiscientas toneladas.
¿Y si pesan tanto, porque no nos despachurran? Primero, porque, tal como explicamos, están formadas por millones de microgotas de agua, lo que les permite flotar como gas muy arriba de nosotros, y segundo, porque cuando descienden en forma de lluvia, no lo hacen todas de un solo, lo cual sería desastroso y letal para todo sistema de vida que moriría aplastado por el enorme peso del agua, sino que lo hacen poco a poco en forma de amable chaparrón que renueva la vida en la Tierra.
Así que la próxima vez que estés por ahí tomando el sol y viendo el cielo, si le ves a la nube forma de elefante… a lo mejor no estés tan equivocado.
Abogado, Master en leyes/MaxMojica