Mientras Talismán interpretaba la “Danza del Último Sol”, Trovador -como un añorado fantasma del amor- cantaba: “Déjala que vuele corazón/ Déjala que dance su última canción/ Déjala que eleve su loca ilusión/ Que dance en el viento como el ruiseñor/ Deja que remonte el cielo de algún mar/ Tras del horizonte ¡Déjala volar!/ Déjala que dance en el salón/ con las mariposas de un violín/ Que baile en el aire su último vals/ y nadie detenga sus giros sin final/ Deja que remonte el cielo de algún mar/ tras del horizonte ¡Déjala volar!/ Deja que se vaya corazón.” Después el cantor se perdió como una brisa en los caminos, diciendo en el recuerdo: “Danza de un delirio/ Alucinación/ Danza de tus manos/ Noche del último Sol.” En medio de una luz crepuscular Talismán fue hasta el mago Azar, diciéndole: “Creo amigo ilusionista que tú eras el temido cobrador de promesas. Me volví esclava de tu sueño, que era mi mismo sueño. Abrí el sobre y leí el secreto de tu asombroso acto. Déjame decirte que eres un farsante. De pronto comprendí el error de haber dado por un engaño mi vida y mi anhelo. Al igual que tú aprendí a ser ilusionista de la vida misma. Hoy que todo he perdido -el amor del cantor, la efímera edad de una bailarina- eres tú quien vuelve al final de la gira y me cobra la última función. Yo que te creía lejos, te veo volver a saldar tu lejana promesa.” (XIV)
Danza del último sol
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