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Dr. José Gustavo Guerrero: Una operación de rescate por la vida y la dignidad humana

“Puedes dispararme con tus palabras, puedes herirme con tus ojos, puedes matarme con tu odio, y, aun así, como el aire, me levanto”, Maya Angelou.

Por Francisco Galindo Vélez |

“De repente los transportes se detuvieron. Para muchos, ese alto parecía nada menos que un milagro. Pero ¿qué hizo actuar a Miklós Horthy el hombre fuerte de Hungría? La respuesta, sorprendentemente, tiene mucho que ver con la pequeña y lejana nación de El Salvador”. Esto dice John Lamperti en su artículo El Salvador’s Holocaust Heroes (Los héroes del Holocausto de El Salvador). El Dr. David Kranzler coincide en que esta operación paró los trenes a Auschwitz y, por eso, el título de uno de sus libros The Man Who Stopped the Trains to Auschwitz: George Mantello, El Salvador and Switzerland’s Finest Hour, El hombre que paró los trenes a Auschwitz: George Mantello y el mejor momento de El Salvador y de Suiza.  

Durante la Segunda Guerra Mundial, la gran contribución de El Salvador consistió en proporcionar documentos de nacionalidad a judíos en Europa para salvarlos de los campos de concentración y de exterminio nazi. En un primer momento se pensó en pasaportes, pero el Dr. Guerrero sugirió documentos de nacionalidad. Los documentos se preparaban en el Consulado en Ginebra y se enviaban a sus destinatarios en Francia, Hungría, Alemania, Holanda, Eslovaquia y Rumanía, entre otros países. Un solo documento podía salvar a varias personas.

En su libro, El orden internacional, publicado en 1945, el Dr. Guerrero incluye un párrafo en que habla de un sentido de solidaridad internacional que se había desarrollado gracias a la Sociedad de las Naciones, y que parece una referencia a la decisión de proporcionar documentos de nacionalidad salvadoreños sin que el gobierno de El Salvador estuviera informado: “En el plano de la cooperación, la institución de Ginebra ha desarrollado, en el más alto grado, el sentimiento de solidaridad entre los pueblos, creando entre ellos una corriente de simpatía inexistente antes de su advenimiento, sobre todo entre pueblos de diferentes continentes y de civilizaciones distintas. Estos vínculos no han dejado de ejercer una influencia en los acontecimientos actuales, en los que cada pueblo ha querido tomar parte moralmente, con independencia de la acción política de su Gobierno, y, aun a veces, en sentido opuesto”. 

Sobre los Certificados de Nacionalidad, en el libro de Ministerio de Relaciones Exteriores de El Salvador, Coronel José Arturo Castellanos: Héroe del Holocausto, se afirma que: “El texto de los Certificados de Nacionalidad…está redactado con tanto cuidado y contiene términos tan precisos que resulta imposible pensar que pudiera haber sido escrito por Castellanos o Mandel Mantello, quienes no tenían formación como internacionalistas. En cambio, el Dr. Guerrero era un consumado estudioso de esa área del derecho, lo cual le había llevado a la altísima posición que detentaba…” 

En ese mismo libro se encuentran fotos de los documentos que establecían la nacionalidad salvadoreña de las personas mencionadas en ellos: Certificado de Nacionalidad / Consulado General de la República de El Salvador (América Central), confirma por el presente que (nombre) / es reconocido como ciudadano de la República de El Salvador con todos los derechos y deberes inherentes a esta nacionalidad / Si el interesado quisiera considerar la emigración, le corresponde notificar su intención con suficiente tiempo a este Consulado General, enviando al mismo tiempo una fotografía para pasaporte de fecha reciente. Esta fotografía deberá llevar al dorso la certificación legalizada por una autoridad competente o por un funcionario ministerial. Esta es una traducción libre del texto en francés.

El Dr. David Kranzler, en el libro ya mencionado, afirma que el temor de que espías enemigos los usaran contra los aliados fue una razón para no brindar pasaportes, pero enfatiza que, si bien los documentos de nacionalidad no permitían viajar, eso resultó ser positivo, pues permitió que sus portadores no fueran trasladados a Auschwitz. Otra razón es que el cónsul hubiera tenido que firmar todos los pasaportes y eso hubiera limitado su número. No menciona, seguramente por ser demasiado obvio, que las libretas de pasaportes requieren una imprenta y que, por lo tanto, su costo es superior y su tiempo de preparación más largo que el de documentos hechos en máquinas de escribir.  

El Dr. David Kranzler explica también el procedimiento de emisión de los documentos. Las organizaciones judías o individuos que los solicitaban debían proporcionar fotografías e información personal, y, una vez listos, se enviaban a sus destinatarios por medio de funcionarios de la Cruz Roja Internacional y diplomáticos de Portugal, Rumanía, el Vaticano y El Salvador. 

Al inicio, la operación fue pequeña, pero rápidamente se corrió la voz y aumentó el número de solicitudes. No fue fácil porque preparar los documentos exigía tiempo, así que para mediados de 1944 se decidió enviar los documentos ya sellados y firmados para que el destinatario agregara su foto y demás información. Cada minuto que pasaba significaba que se podía salvar o perder una vida. Pero tampoco fue fácil porque algunos países no querían empeorar sus relaciones con Alemania. Sin embargo, cuando el diplomático rumano,Florian Manoliu, entregó a George Mandel-Mantello una copia del Protocolo Auschwitz, él inmediatamente entendió su importancia y lo hizo traducir; lo compartió con el clero protestante suizo y lanzó una campaña de prensa mundial condenando las atrocidades nazis. Gracias a esta campaña de información, la actitud de algunos países empezó a cambiar y eso facilitó la operación de rescate.

No era la primera vez que un país latinoamericano brindaba documentos para salvar a judíos del Holocausto, pero algunos, y hay que hacer hincapié en que no todos, los vendían y su costo oscilaba entre 500 y 3000 francos suizos. Otra característica de la operación salvadoreña, como enfatiza el Dr. Kranzler en su libro, es que Mandel-Mantello no hizo distinción de ningún tipo y toda solicitud de ayuda, para familiares o amigos de cualquier judío u organización judía, se recibió sin condición alguna. Añade que incluso el Vaticano, la legación suiza en Budapest y organizaciones judías en Rumanía recibieron los documentos que solicitaron.

El tema del reconocimiento de los documentos por los gobiernos de los consulados que los habían emitido fue sumamente importante. De acuerdo con el Dr. Kranzler, el Departamento de Estado de los Estados Unidos había tenido cierto éxito en su esfuerzo de convencer a los países latinoamericanos de la importancia de reconocer la validez de los documentos que sus consulados habían emitido en Europa, ya que no tenía fundamento su temor de que una vez terminada la guerra los titulares de esos documentos inundarían sus países, pero agrega que, pese a esa garantía estadounidense, algunos países seguían con dudas  

Para Suiza, obtener el reconocimiento del gobierno salvadoreño de todos los documentos que había emitido suConsulado en Ginebra, así como de los que emitiría en el futuro, era muy importante porque El Salvador le había solicitado que representara sus intereses en Hungría. En 1944, hubo una serie de intercambios de notas entre Suiza y El Salvador y entre los Estados Unidos y El Salvador. Como se dice claramente en el libro José Arturo Castellanos: Héroe del Holocausto, el “contenido de estas notas marca un momento histórico de gran importancia en todo el desarrollo de la operación que se conducía desde Ginebra, pues nuestro Gobierno otorgó su amplio reconocimiento y respaldo no solo a certificados y pasaportes, sino también a todo tipo de documento de identidad que pudiera estar en poder de aquellas personas a quienes se intentaba proteger”. 

En el caso de Alemania, que sabía bien lo que estaba sucediendo, cabe preguntar: ¿Por qué las autoridades del Reich aceptaron la validez de los documentos salvadoreños y de otros países latinoamericanos? Para expertos como el Dr. David Kranzler y John Lamperdi, las autoridades alemanas podrían haber estado pensando en la protección de los muchos alemanes que vivían en países de América Latina, y que esta importante cantidad de nuevos latinoamericanos en territorios ocupados podía servir, en algún momento, para intercambios de latinoamericanos por alemanes.

El Dr. Guerrero, el cónsul Castellanos y el Primer secretario Mandel-Mantello hicieron que El Salvador tuviera un importante papel en la gran conflagración mundial. Así, en su artículo, John Lamperdi afirma que lucharon por la humanidad contra uno de los mayores males de nuestro tiempo, sin armas y sin bombas, solo con la palabra, la entrega y la verdad, y es enfático al aseverar que la victoria que ayudaron a ganar salvó a miles de seres humanos de la muerte en el Holocausto.

El Salvador no envió soldados al frente, pero tampoco se limitó a un simbólico apoyo político y moral. Lo que contribuyó fue en términos de humanidad, pues no se quedó de brazos cruzados ante la espantosa persecución de judíos que realizaba el régimen Nacional Socialista en Alemania y en los territorios ocupados, y los ayudó de la única forma que podía hacerlo: concederles su nacionalidad para protegerlos. 

En su momento, fue una operación de altamente reconocida, pues, por ejemplo, el cónsul suizo en Budapest, Carl Lutz, declaró, en 1944, que “debe quedar claramente establecido que El Salvador es el único Estado que ha superado cualquier vacilación y ha emprendido una operación de rescate activa”. Empero, después fue prácticamente olvidada y su redescubrimiento es bastante reciente. 

Francisco Galindo Vélez es exEmbajador de El Salvador en Francia y Colombia, ex Representante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Argelia, Colombia, Tayikistán y Francia, y ex Representante adjunto en Turquía, Yibuti, Egipto y México.

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Historia Contemporánea Historia Salvadoreña Opinión Segunda Guerra Mundial

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