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Corrupción y persecución política

Las dictaduras demuestran que la persecución política solo se evita con la vigencia de los elementos esenciales de la democracia: la división e independencia de poderes, el Estado de derecho, el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales.

Por Ondina Ramos |

Los gobiernos totalitarios primero empiezan cambiando leyes, para hacer legal sus posteriores atrocidades. Desafortunadamente hay que repetir que los políticos llegan hasta donde el pueblo los deja. Cuando no hay a qué aferrarse, queda la posibilidad, remota, de que sobrevenga un nuevo orden. Es la esperanza: el motivador último. Un espacio para el hackeo de la mente. Eso lo saben los políticos vendedores de humo: venden esperanza. La dan gratis para que cualquiera pueda tener un poco. Debajo de esa esperanza hay un discurso vacío y de odio. Los políticos pueden creerse esa esperanza que proclaman o fingir que creen en ella. En el primer caso son ingenuos; en el segundo, cínicos.

Es evidente que el desorden moral que existe nos está llevando hacia la destrucción del sistema democrático. Estamos siendo testigos de políticos cínicos, que en el poder han revelado sus verdaderos rostros de codiciosos y corruptos.

La dictadura es en sí misma un acto de corrupción, en la medida en que produce un grave y evidente desquiciamiento, en términos de un régimen político que se pueda tener por legítimo.

A los dictadores no les interesa tener el apoyo de todos, sino el apoyo de las masas. Maximiza la empatía con los grupos mayoritarios responsables de su elección y les da visibilidad, mientras que difama y excluye a las minorías que no le muestran apoyo o que le critiquen. Un dictador promueve el rencor. Para ello alude repetitivamente en su discurso a las características negativas de los gobiernos anteriores al suyo, enmarcándolos a todos dentro de un solo grupo. En nuestro caso proponen cambiar la constitución, alegando que las injusticias no dejarán de ocurrir a menos que se hagan cambios en el marco legal.

La situación de pobreza es una constante que se muestra resistente a los cambios políticos, una cantidad significativa de población no cuenta con los recursos para satisfacer sus necesidades básicas. Si bien en los últimos años la distribución del ingreso ha mejorado en alguna medida, la inequidad permanece como uno de los rasgos distintivos en El Salvador. La dictadura hiere y mata, física y psicológicamente, a los millones de personas golpeadas por el drama del desempleo o ahogadas por las deudas. Este gobierno por ejemplo ha preferido soluciones rápidas, sin abordar las causas sociales y económicas más profundas. Lo que sí está claro es que toda dictadura es, por definición, corrupta, y que todo dictador es, también por definición, corrupto. No hay dictadura que no sea corrupta ni dictador que no sea corrupto.

También hemos empezado a ser testigos de la persecución política con los que no piensan igual que ellos. Está claro que en democracia no puede existir persecución política, pero en los regímenes dictatoriales se trata de una práctica fundamental en el ejercicio y para la permanencia indefinida en el gobierno. La ausencia de división e independencia de los órganos del poder público y la eliminación del Estado de derecho, son el marco para la sistemática violación de los derechos humanos de ciudadanos cuya condena está previamente señalada. La persecución política destroza la organización democrática para reemplazarla por el miedo como mecanismo de control social y no afecta solamente al perseguido, es un problema de toda la sociedad.

Las dictaduras demuestran que la persecución política solo se evita con la vigencia de los elementos esenciales de la democracia: la división e independencia de poderes, el Estado de derecho, el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales. Con un sistema de frenos, contrapesos y balances al poder, con jueces imparciales, con alternancia en el poder, con obligación de rendición de cuentas, con prensa libre, con la vigencia de la Constitución y la ley preexistentes por encima de la voluntad del gobernante.

La experiencia demuestra que la corrupción se acentúa en los regímenes totalitarios y no en las democracias, esto debido a la ausencia total de controles y a que las decisiones son verticales es decir que una sola persona decide.

Todos los que defendemos nuestra democracia estamos en ALERTA.

Ingeniera en Alimentos.

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Lucha Contra La Corrupción Opinión

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