“Enamorada del iris de mil años. Enamorada del aire, Mariposa. Enamorada de engaños ¡poca cosa! Y dueña de las estrellas ¡Vanidosa!” –cantó ayer el juglar. A Talismán le gustaba ver los arcoíris que se forman después que pasa la tormenta. Cada vez que perdía algo querido -un deseo o una ilusión- aparecía en su cielo interior el arco de los mil años -que siempre regresaba. Todo empezó cuando vio por primera vez uno de ellos. Después de formarse en el aire, el arco de 7 colores se esfumó de súbito. Porque éstos -en aquel tiempo- sólo duraban un instante y desaparecían si uno los señalaba con la mano. Desde entonces a Talismán le entristecía verlos, porque sabía que pronto pasarían: bellos e imposibles de detener. Un día, sin embargo, el Mago Azar -su amigo imaginario- le hizo aparecer en su cielo interior un impresionante iris que nunca se apagaría: El Arco de Milenios. Recordaba la visión que tuvo cuando niña en el “Circo del Aire” que pasó al ver a la bailarina “Mariposa” volar sobre la pista de luces esplendentes, justamente en su última función. Talismán –que entonces era sólo una chiquilla- fue a pedirle al mago de aquel circo su más grande deseo: volar como aquella lejana danzarina. Pero -como recordaremos- al subir a la pista la encontró vacía. Tan sólo halló la pancarta que decía “última función”. Al salir de allá un viento pasajero le dijo al oído: “La función habrá de continuar”. (IV) <palabrasbalaguer@gmail.com>
El Arco de los Mil Años
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