Sadi (el poeta persa de la antigüedad) salvó su vida y su libertad cuando –estando preso, enfermo y moribundo en un calabozo de ladrones—se rio de sí mismo al verse en el reflejo del agua del plato que le asignaban para saciar la sed. Le creyeron loco y fue liberado. De la misma forma “Charlot” -burlándose de sí mismo en el calabozo de la comedia humana- fue libre y feliz a su manera, con su risa en la batalla. Mofándose triunfal de sí mismo y de los demás ante el destino y escenarios. “Charlot” nació por casualidad –como casi todos nacemos— hace más de un siglo. Fruto del genio de su creador, el astro británico de la comedia: Charles Chaplin. Cierta vez le dijeron que se pusiera “cualquier cosa” para un breve papel en una película. Según sus biógrafos, éste improvisó un personaje de vagabundo que haría triunfal historia. Como profesional de la pantomima a sus 24 años incursionó en el cine mudo como medio de expresión y fama. “No tenía idea de qué ponerme” reconoció el actor, mientras iba por los camerinos, pensando en el vestuario de su bufo personaje. Entonces fue que se encontró de pronto consigo mismo: “Charlot”. La misma sombra fantasmal del celuloide, con su risa ante el infortunio y lo adverso y su optimismo en la diaria batalla. ¡Al fin, la risa! Sedante del buen humor en la tragedia humana. <“La Felicidad es Cuento” C. Balaguer-Amazon>
Sadi y Charlot, la risa en la batalla
.