Se está volviendo algo usual que los salvadoreños tengamos noticias de accidentes de tránsito graves en los que una rastra está involucrada. Esta semana cuatro personas murieron y otras resultaron severamente lesionadas cuando el vehículo en que se transportaban colisionó de frente con la parte trasera de una rastra mal estacionada en la carretera de Comalapa. De acuerdo con informes el vehículo pesado había tenido desperfectos mecánicos y estaba estacionado en forma incorrecta. Al parecer el motorista no había colocado señales que advirtieran del peligro, algo que además de sentido común es obligatorio por las leyes de tránsito.
Eso de ver rastras parqueadas en las carreteras de nuestro país es tan familiar como ver árboles en el campo. También se les ve, como a otros vehículos pesados, circular a gran velocidad, rebasando otros vehículos a izquierda y derecha sin que se note señales de prudencia o consideración a los demás. Los accidentes, las muertes y los heridos no son sólo desgracias o eventos desafortunados sino la consecuencia lógica y esperada de esta actitud y conducta de los conductores. El evento ocurrido hace unas semanas, en el que hubo muchas personas lesionadas y decenas de vehículos afectados, es otro ejemplo.
Esto que se señala no va a dejar de ocurrir de forma espontánea. Que los motoristas imprudentes despierten una mañana y reflexionen sobre su conducta y con un sentido de conciencia tomen la decisión de cambiar, simplemente no va a pasar. Los responsables de los accidentes deben tener consecuencias. “Toda conducta es resultado de sus consecuencias” dice un axioma de la Teoría del Aprendizaje. Si las consecuencias son positivas la conducta se repite, si no hay consecuencias puede también repetirse y si las consecuencias son negativas la conducta desaparece, o se extingue si queremos usar los términos propios de la teoría.
Pero la responsabilidad no es sólo de los conductores. También son responsables los dueños o encargados de las compañías de transporte de carga. El no dar un mantenimiento adecuado a las unidades, el no contar o no obligar al uso de equipos de seguridad, el no contar con un manual de normas, el no dar suficiente tiempo de descanso a los motoristas y el presionar para que éstos tengan que cumplir metas en un tiempo que obliga a conducir a altas velocidades tendría también que tener consecuencias.
Por otro lado, las autoridades deben tener como punto prioritario la seguridad de las carreteras y hacer que las leyes de tránsito se cumplan a cabalidad. De nada sirve tener las mejores leyes si no se vigila su cumplimiento.
Los accidentes y las muertes en las carreteras son eventos prevenibles. El accidente de esta semana se pudo prevenir pues fue la consecuencia de una serie de errores, malas decisiones y costumbres. Si la rastra hubiera tenido buen mantenimiento, si se hubiera parqueado de forma correcta, si se hubiera puesto conos para prevenir a otros conductores del peligro, si las unidades tuvieran luces de emergencia funcionando correctamente. Si todo eso hubiese pasado las víctimas de ese accidente estuvieran en este momento vivas, laborando o en casa con sus familias.
La seguridad vial no compete a todos, pues todos podemos ser responsables de un accidente y también víctimas. Es posible tener calles y carreteras más seguras, y es lamentable que personas tengan que morir porque un motorista no se parqueó bien o porque no se le ocurrió poner señales de alerta.
Médico Psiquiatra.