En su labor diplomática, el Dr. Guerrero tenía como principio la representación de todo el país y de todos sus habitantes, y le preocupaba profundamente la formación y la profesionalización de los enviados a representar a El Salvador en el extranjero. Por eso, durante su corto tiempo como ministro de Relaciones Exteriores, hizo lo que pudo para que los enviados diplomáticos y consulares, y él casi siempre separó a unos de otros, tuvieran buena formación y seguridad laboral para dedicar su vida a la diplomacia, tanto en el extranjero como en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Buena formación, la posibilidad de dedicarse a la carrera, adquirir experiencia, sin dejar nunca de actualizarse, para poder contar con un sólido servicio exterior y con embajadores con mucho callo y mucha calle, es decir, mucha experiencia.
Fue una preocupación permanente, pues once años antes de ser ministro de Relaciones Exteriores, en el prólogo que escribió en mayo de 1916 al libro de Abraham Ramírez Peña, Oficial Mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores y director del Boletín de la Secretaría de Estado (Libro Rosado), titulado Cartilla Consular, había dicho que en los esfuerzos realizados hasta aquel momento, “faltó fundar escuelas de preparación y establecer prácticamente la escuela jerárquica que debe ser rigurosamente recorrida por los que se dedican a esas carreras [diplomática y consular]. Faltó también asegurarse del propósito que tenían nuestros agentes en el extranjero de optar esas profesiones de manera estable y permanente. Para ellos habría sido necesario que el Estado, a su vez, les garantizara cierta inamovilidad a fin de preservarlos de las vicisitudes de la política y de los caprichos oficiales”.
Estas fallas que tanto preocupaban al Dr. Guerrero, porque a nadie engañan, las resumió el Embajador de España Manuel Montobbio en su libro Tiempo Diplomático, publicado en 2012: “Cuando llevas ya cierto tiempo en la profesión, en diferentes lugares y foros te has encontrado lo suficiente con los colegas de ciertos países como para hacerte una imagen, consciente o subconsciente, de su diplomacia, que hace que cuando trates con un diplomático de tal o tal país le supongas ciertas capacidades, cierta manera de funcionar o hacer las cosas, pues aunque no lo conozcas ves en él o en ella las capacidades, y las debilidades, de su sistema, en la composición de lugar que consciente o inconscientemente te has hecho de este”.
Igualmente, el Dr. Guerrero justipreciaba la doble función de la diplomacia, tan importante que el ex secretario general de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar, la destaca en su libro Manual de Derecho Diplomático, publicado en 1997, al citar al Embajador estadounidense Robert McClintock: “Adviértase la dualidad de la función del diplomático: su diplomacia debe convencer no solo a un gobierno sino a dos o más; y quizá lo más importante sea convencer al propio”. Así es, en la diplomacia siempre hay que convencer por lo menos a dos, pues hay que hacerlo con el interlocutor externo y con el interno, pero muchas veces, en esa dimensión interna, por ejemplo, también hay que convencer a otras instituciones de gobierno y de Estado, y a la sociedad civil. Y hay que añadir que, en muchas ocasiones, la negociación interna es bastante más difícil que la externa, y esto lo vivió el Dr. Guerrero después de la VI Conferencia Internacional Interamericana, ya que su defensa de grandes principios le significó dejar de ser ministro de Relaciones Exteriores.
Y si bien cuando se habla del Dr. Guerrero se piensa en que todo estaba orientado hacia el exterior, él siempre fue consciente de la dimensión nacional de su labor diplomática para contribuir al mejoramiento de la vida en El Salvador. En el prólogo ya citado, el Dr. Guerrero afirma que“para dar prestigio a sus situaciones económicas; poner en evidencia la liberalidad de sus instituciones y fomentar la emigración de capitales y energías, [a las naciones pequeñas] les es indispensable el activo concurso de cuerpos diplomáticos y consulares convenientemente organizados con elementos propios y bien seleccionados. Los pequeños Estados necesitan también defender sus derechos, desde aquellos puramente materiales, colectivos o individuales, hasta aquellos que afectan, directa o indirectamente, la integridad y la soberanía nacionales. Para cumplir esos supremos deberes no disponen más que del talento y patriotismo de sus representantes en el extranjero, cuando han sido escogidos entre los que más brillan por su criterio jurídico y por su justa concepción de las normas internacionales. Esa es la única fuerza de los pueblos débiles y sólo con ella pueden reivindicar y sostener los derechos que sus armas son incapaces de defender”.
Así es, la diplomacia incluye una dimensión que busca contribuir al desarrollo interno de los países, y a mejorar la vida de sus ciudadanos. En esto, el Embajador argentino Vicente Espeche Gil, en su artículo Diplomacia de Anticipación, fue muy claro al afirmar que “bien instrumentado, el Servicio Exterior constituye una eficaz herramienta para el crecimiento y el progreso de una nación”.
En su libro El orden internacional, refiriéndose a la experiencia de la Sociedad de las Naciones, el Dr. Guerrero desarrolla también su idea de la cooperación internacional: “La Sociedad de las Naciones, al asociar a los Estados grandes y pequeños, ha conseguido que unos y otros tengan una visión más justa de las condiciones de la vida social, en la que la ayuda prestada por los fuertes a los débiles debe ser apreciada, no de acuerdo con lo que unos dan y los otros reciben, sino más bien desde el punto de vista del resultado logrado por el esfuerzo de todos. Es una obra cuyos fines esenciales son de orden puramente espiritual, las aportaciones materiales solo tienen un valor secundario en el balance definitivo. Y en este respecto, puede decirse que la contribución de los pequeños Estados ha sido con frecuencia superior a la de ciertas grandes Potencias”.
Exembajador de El Salvador en Francia y en Colombia, exrepresentante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Argelia, Colombia, Tayikistán y Francia, y exrepresentante adjunto del ACNUR en Turquía, Yibuti, Egipto y México.