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Dr. José Gustavo Guerrero: La labor diplomática

“El talento es bastante corriente. No escasea la inteligencia, sino la constancia”, Doris Lessing.

Por Francisco Galindo Vélez |

Para el Dr. Guerrero, saber seleccionar los funcionarios del servicio exterior era primordial. En el prólogo que escribió en mayo de 1916 al libro de Abraham Ramírez Peña, Oficial Mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores y director del Boletín de la Secretaría de Estado (Libro Rosado), titulado Cartilla Consular, dice con toda franqueza: “Nótese que la elección de los representantes consulares, y sobre todo la de los representantes diplomáticos, exige una prudencia e imparcialidad que nunca será suficientemente recomendada. Ellos son los exponentes de la cultura nacional en el extranjero y sus actos, aún los de carácter puramente personal, son reputados como actos del país que representan. Sus inaptitudes pueden comprometer los intereses generales y acarrear responsabilidades al Estado como ente internacional. Un olvido, un error, una negligencia o la falta de cumplimiento de una norma protocolar, es suficiente para desquiciar el buen nombre de un país o la buena armonía de las relaciones que debe mantener con las otras naciones.”.

A la improvisación y a la escasez de profesionalización que caracterizaban al servicio exterior, podían agregarse, en ocasiones, la falta de objetivos estratégicos claramente definidos, de medidas tácticas que debían acompañarlos y de directrices claras. En otras palabras, la integración interna de instituciones nacionales y entre instituciones nacionales. Una característica del subdesarrollo es la falta de integración interna de instituciones y entre instituciones, pues cada una está en sus quehaceres, muchos de ellos de suma importancia, pero como no hay conexión de unos con otros no se logra masa crítica.

Sobre la importancia de instrucciones claras y de que todos los diplomáticos hablen con una sola y misma voz, el Embajador de España, Manuel Montobbio, que estuvo en la Embajada  de su país en El Salvador y escribió un libro sobre el proceso de paz salvadoreño titulado La metamorfosis del Pulgarcito, en su libro Tiempo Diplomático, publicado en 2012, se refiere a la imperativa necesidad de ser coherente y de hablar con una sola voz: “Recuerdo… que mi primer jefe, recién ingresado en la Carrera Diplomática, en una época en que cubría con frecuencia la representación de España en los grupos de trabajo de la UE [Unión Europea], me expresó su convencimiento de que la diplomacia británica era la que mejor conseguía promover y negociar sus posiciones en el seno de la Unión. Al preguntarle por qué, me respondió que si me fijaba lo que decía la tercera secretaria británica en el grupo de trabajo al que yo acudía era lo mismo que la Sra. Thatcher iba a decir en el Consejo Europeo, mientras otros no sabían siquiera si su Embajador iba a decir lo mismo en el Coreper [Comité de Representantes Permanentes de los Estados Miembros de la Unión Europea]. Al cabo de observar durante un tiempo, llegué a la conclusión de que estaba en lo cierto, que la Sra. Thatcher decía lo mismo, y que desde el principio de la negociación la posición británica estaba bien definida y mantenía sus líneas rojas hasta el final. Cada vez que hablaba la tercera secretaria, me imaginaba a la Sra. Thatcher defendiendo enérgicamente lo mismo en el Consejo Europeo…Decir lo mismo a todos los niveles y en todos los lugares incrementa la capacidad de conseguir sus objetivos y la eficacia negociadora de una diplomacia…”

Por sus escritos, por su actuar y por lo que decían las personas que lo conocieron, como su hijo Gustavo, el Dr. Guerrero tenía clara la importancia fundamental de una visión estratégica, con objetivos bien definidos y con líneas rojas a no traspasar. También valoraba la necesidad de adoptar medidas tácticas para lograr esos objetivos. Finalmente, era consciente de pertenecer a un subcontinente en que hay una tendencia a confundir táctica con estrategia.

Cuando la política exterior es improvisada y cuando los enviados diplomáticos no hablan con una sola voz, no es posible lograr respeto y poder blando. Ahora bien, en muchas ocasiones, los diplomáticos de algunos países pequeños son una suerte de quijotes, y es posible que sea por esta razón que el Dr. Alfredo Martínez Moreno tituló su escrito sobre el Dr. Guerrero, Caballero andante del derecho.

En todo caso, el Dr. Guerrero tuvo claro qué país representaba. Defendió con toda su fuerza y dedicación los intereses de El Salvador, pero con conocimiento de los temas y de la realidad del mundo, serio y dedicado estudio y sin mentir, consciente de que quedar en ridículo puede ser pasajero para las personas, pero perdurable para los países. Este punto fundamental lo desarrolla en el prólogo al libro Cartilla Consular, ya citado: “No hay faltas que más trasciendan el dominio público y que más resonancia produzcan en los círculos sociales y oficiales, como las faltas cometidas por los agentes diplomáticos. Pasan de salón en salón y de cancillería en cancillería irónicamente comentadas y progresivamente exageradas. Los casos son frecuentes entre los agentes de países que no tienen organizada la carrera diplomática y que la complacencia oficial hace pasar de un ambiente diferente, y muchas veces opuesto, al ambiente en que deben funcionar”.

También creía que era preferible no participar en conferencias internacionales si eso significa poner en riesgo los intereses y el prestigio de su país. Así, en la conferencia La Delegación Salvadoreña en la VI Conferencia Americana, que dictó en la Universidad Nacional de El Salvador y que se publicó con fecha de 21 de marzo de 1928, el Dr. Guerrero dijo: “Son graves las responsabilidades que se adquieren en esa clase de Conferencias. Si nuestros mandatarios no llevaren el propósito firme de salvar el decoro nacional, sería preferible que El Salvador no concurriese a Congresos, en que se juegan los destinos de pueblo libre”.


Exembajador de El Salvador en Francia y en Colombia, exrepresentante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Argelia, Colombia, Tayikistán y Francia, y exrepresentante adjunto del ACNUR en Turquía, Yibuti, Egipto y México.

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