La sociedad actual —y en ella los seres humanos afectados por las redes sociales, la Inteligencia Artificial, el consumismo y otras difusiones cognitivas y emocionales— camina al garete, sin rumbo. Para colmo, las instituciones educativas que suelen ser un referente cultural, humanístico, ético y tecnológico, también padecen una crisis profunda. Veamos los escenarios…
Partimos de los dos años de pandemia de covid-19, cuando sostuvimos una continuidad educativa con modalidades tan híbridas como ineficientes; se aprendió poco y nada, con suerte un 25% de lo pautado, con limitada empatía y bilateralidad pedagógica en las plataformas online, y con altos costos emocionales y cognitivos en estudiantes de pre-escolar, primero y segundo ciclo de educación básica.
El Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología anda en búsqueda de un modelo educativo; de hecho, lleva años experimentando con enlatados de Colombia, Chile, México, Singapur, Japón, que traen y llevan los consultores, para satisfacer modas y narrativas.
En los años 90 dejamos el “conductismo” lancasteriano de John B. Watson y asumimos de modo superficial y desfigurado el “constructivismo” de Piaget, Vygotsky y Ausubel; poco y nada cambió, seguimos huérfanos de psicopedagogía y didáctica, mientras las neurociencias avanzan a pasos agigantados.
Hoy, con las apuestas de primera infancia y de la Ley Nacer con cariño y Crecer Juntos, el invento pedagógico es “Aprendizaje por Experiencias”, un nuevo intento de planteamiento curricular, que busca responder a las vivencias del estudiante en base a estándares, con ciertos ejes integradores: Comunicación, razonamiento lógico, percepción, desarrollo corporal, habilidades, etcétera. ¿Tiene todo estos sustento científico?, a saber, pero suena bien y está de moda.
Cada cinco años -o cada vez que cambia el Ministro de Educación- aparece un nuevo plan educativo, y con él, se desarrollan nuevos programas, proyectos, políticas, que al final no impactan en nada, y que mantienen intacto los cuatro cánceres del sistema educativo: Baja calidad, Alta deserción en tercer ciclo, docentes sin dignificación y centros educativos sin equipamiento y con malos ambientes.
Dejamos de lado PAES, la única propuesta de Estado que sobrevivió 23 años a los gobiernos de turno y que aportaba evidencia, y apareció AVANZO, una propuesta de evaluación digital que sirve de poco y nada, con limitada confianza y validez.
¿Tiempo de efectivo de aprendizaje? Con suerte llegamos al 50% del calendario escolar de 200 días exigidos por la ley; de hecho el calendario oficial integra 16 asuetos, ahí ya nos situamos en 184 días; reste pausas pedagógicas, intramuros, ensayos, pruebas diagnósticas, excursiones y otras celebraciones, y sí, serán 100 días, la mitad, lo que justo señalaba la PAES: Nota de 5 y fracción… Los estudiantes saben la mitad de lo que deben saber.
Pero hay algo previo y más delicado, la verdadera educación en la familia, algo de lo que no se habla y es crítico. Como ya lo hemos anotado cientos de veces, el esencial proceso de “plasticidad cerebral” que se desarrolla de los cero a los seis años de edad define las bases de todo (R. Llinás; M. Levine; H. Gardner et al). Aquí, la imitación, el juego, el juguete, el garabateo, el dibujo, los estímulos emocionales, son fundamentales.
¿Qué hacen los niños y niñas de cero a seis en la casa en la actualidad…? ¿Pasan con el móvil o la Tablet todo el día en sus ratos libres? Seguro desarrollarán ciertas habilidades y capacidades digitales, pero también carecerán de otras herramientas emocionales y cognoscitivas fundamentales para la vida.
Un problema adicional de muchas familias, padres, madres y representantes, es su errónea creencia contemporánea de las responsabilidades educativas: a) No asumir su rol pedagógico, los primeros y principales maestros son los padres de familia; b) Creer que la formación ética, moral y ciudadana es responsabilidad del centro educativo; y c) Preocuparse solo por las notas.
En el escenario actual, además, hay nuevas “conflictividades digitales”; cada vez es más común escuchar quejas sobre episodios en las redes sociales, bullying digital, fotos y videos comprometedores que circulan, rumores y denuncias anónimas, y una cantidad de experiencias desagradables que atentan contra la dignidad de estudiantes y docentes.
Por si fuera poco, además del móvil, hoy aparecen nuevas herramientas de Inteligencia Artificial (IA): GPT-3, Bard, Midjourney, Stable Diffusion, DALL-E, etcétera, que si bien son importantes avances tecnológicos presentan grandes desafíos para los docentes: ¿La producción intelectual de los estudiantes es realmente suya o de una plataforma de inteligencia artificial?
Otro elemento que contribuye al “caos” es la “sociedad educadora” (Francisco Cajiao); en efecto, la publicidad tóxica, la basura en las calles, la intolerancia en el tráfico, los malos ejemplos en la conducta de los políticos, educan; y lamentablemente son malos ejemplos para los estudiantes, y ellos imitan o los tienen de referencia.
¿Quién y en dónde se forman los ciudadanos…? es una pregunta difícil de responder; nuestro aparato curricular se centra en Matemáticas, Ciencias Naturales, Ciencias Sociales y Lenguaje y Literatura; los más afortunados aprenden otro idioma y reciben Educación Física y Educación Artística; ¿y la formación ética, el sentido común, el respeto, el diálogo, el cuido del medioambiente, dónde y quién lo hace?
Decía Skinner: “La educación es lo que sobrevive cuando lo que se ha aprendido ya se ha olvidado.”; es lo esencial, y como los niños (as) no vienen con un manual, los padres y madres tendemos a replicar los comportamientos de cómo fuimos educados, con los mismos errores y limitaciones.
No nos confundamos, la primera y más importante lección educativa comienza en casa, en el hogar, en nuestra comunidad, barrio o colonia; con nuestros hermanos, primos y amigos. Ya luego, cuando llegan a las escuelas y colegios hay una expansión y reciben información y contenido científico. Pero las cartas están echadas en la casa, no busquemos culpables inmorales fuera de nuestra realidad familiar.
¿Quiere un mejor futuro para su hijo (a)? Dedíquele tiempo de calidad y aléjese un poco del móvil. ¿Quiere romper este ciclo caótico que vivimos? Escuche y respete al maestro que pasa muchas horas con sus hijos (as). ¿Quiere una sociedad mejor? Sea ejemplo. ¿Quiere una mejor educación para sus hijos (as)? Vigile cuántas horas pasa con el móvil y cuántas horas lee.
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Investigador Educativo/opicardo@asu.edu