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Un nuevo enfoque para entender la pobreza en El Salvador

Esto llama a la reflexión, debido a que es propio de nuestra miopía idiosincrática asociar la estabilidad financiera como el estándar de vida deseable, sin prestarle atención a la relevancia que tiene poder acceder a los derechos básicos para tener una calidad de vida aceptable.

Por Jorge Martínez Olmedo |

La pobreza es uno de los fenómenos a los que se les presta más atención, dentro y fuera de la academia. Sin embargo, en ocasiones, el uso del concepto es ambiguo, especialmente en piezas dirigidas al público general. Me propongo en este artículo ofrecer una definición de la pobreza desde el enfoque de las capacidades introducido por Amartya Sen y retomar la metodología empleada por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) de México para su medición.


Para hablar de pobreza tenemos que entender previamente el bienestar. Para evaluar el bienestar, Amartya Sen -economista indio, reconocido con el premio Nobel de Economía en 1998- propuso, a finales de los setenta, el concepto de capacidades. Las capacidades, desde su perspectiva, se pueden definir como las libertades de un individuo para hacer acciones que este considere valiosas.


Partiendo de esto, podemos entender el bienestar como aquel estado donde las personas tienen las capacidades y oportunidades necesarias para elegir qué tipo de vida quieren vivir. Este engloba pues el acceso a servicios básicos que permiten el goce de una vida digna como la salud, la educación o la vivienda, pero también factores como el acceso a la participación política, la justicia o la libertad de movilidad.


Tomando esto en cuenta, podemos conceptualizar la pobreza como la privación de estas capacidades o libertades. Asimismo, debemos considerar que la pobreza puede ser monetaria o no monetaria y, además, que es un fenómeno relativo.


Sobre el primer punto, el ingreso es un medio instrumental para alcanzar el bienestar, pero no un fin en sí mismo. Tampoco se puede negar que muchas veces la privación de ingreso está estrechamente relacionada con la privación de capacidades. Y viceversa. Las capacidades son un medio para alcanzar un ingreso más alto en la medida en que impulsan la productividad.

Por su parte, el segundo factor está estrechamente relacionado con un componente institucional. Se necesitan diferentes niveles de ingreso para alcanzar cierto estándar de vida según el marco institucional de cada país. Por ejemplo, en un país donde la provisión de aseguramiento es pública las personas no tendrán que hacer uso de su ingreso disponible para tener cobertura de salud.


La pobreza es también relativa en la medida en que cada persona requiere de diferentes medios para alcanzar el desarrollo de sus capacidades de acuerdo con sus condiciones iniciales. Este es el caso de una persona con una discapacidad motriz que está sobre la línea de pobreza monetaria y aun así no puede alcanzar con sus recursos un estándar de vida deseable.

A pesar de que este enfoque es ampliamente aceptado, no hay un marco institucionalizado para la medición multidimensional de la pobreza en El Salvador. En este sentido, considero que el marco utilizado para este propósito en México, introducido en 2008 dentro de la Ley de Desarrollo Social, es un esquema adaptable y aplicable a nuestro contexto.


Este esquema -cuya consulta en línea recomiendo- adopta un enfoque de capacidades, introduciendo, además de la medición del ingreso, una evaluación de acceso a derechos sociales básicos. Así, combina los indicadores de bienestar económico con determinantes de bienestar social.

Los derechos sociales considerados son: el acceso a servicios de salud, acceso a seguridad social, calidad de espacios de vivienda, rezago educativo, servicios básicos de vivienda y acceso a alimentación nutritiva.


A partir de esto, se identifican seis grupos poblacionales, según diferentes niveles de vulnerabilidad. Las personas que se encuentran en el segmento de pobreza multidimensional extrema son aquellas que están debajo de la línea de pobreza monetaria extrema y, sumado a esto, tienen tres o más carencias de derechos sociales. Luego, se delinea el segmento de pobreza multidimensional moderada. Al igual que en el grupo anterior, estos se encuentran por debajo de la línea de pobreza monetaria extrema y tienen entre una y tres carencias de derechos sociales.


Estas clasificaciones pueden ser sumamente útiles para entender las causas subyacentes de la pobreza. ¿Puede realmente uno alcanzar la plenitud de sus capacidades cuando sus derechos sociales son vulnerados? Esta metodología explica, de cierta forma, cómo nuestro contexto ambiental (y, nuevamente, institucional) limita nuestras posibilidades de desarrollo.

Aquí también se identifican dos tipos de vulnerabilidades más: los vulnerables por carencia social, es decir, aquellos que a pesar de estar por encima de la línea de pobreza monetaria no pueden acceder a sus derechos sociales; y el caso particular de aquellos que, si bien tienen una vulnerabilidad de ingreso, pueden gozar de todos sus derechos sociales.
Esto llama a la reflexión, debido a que es propio de nuestra miopía idiosincrática asociar la estabilidad financiera como el estándar de vida deseable, sin prestarle atención a la relevancia que tiene poder acceder a los derechos básicos para tener una calidad de vida aceptable.


Para concluir, esta metodología tiene la ventaja de ayudarnos a identificar los componentes que limitan el bienestar de la población y, a partir de ahí, enfocar los recursos o esfuerzos de las políticas de alivio de pobreza. En segundo lugar, asigna el valor que le corresponde al goce de nuestros derechos sociales cuando examinamos nuestro bienestar.

Estudiante de Economía y Negocios

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Opinión Pobreza

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