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“Mica Polveada” a la reelección

Los malos consejos de sus familiares, la ausencia de ética y deber patriótico de muchos diputados, se mezclaron perfectamente para empujar al funcionario a anunciar, además, públicamente, que se reelegiría como mandatario de El Salvador.

Por Mirella Schoenenberg de Wollants
Nutrióloga y abogada

"Mire, Capitán, ¿y usted qué opina de que mi General Castaneda Castro se reelija?”…


Otra vez, a aquel que le mentaban Mario, aunque su nombre de pila era Mauricio, lo ponían entre la espada y la pared, al igual que en 1939, cuando se había dado cuenta de que “todo es por pisto” (anécdota publicada el 5 de mayo del 2021 en este espacio).


Ya era capitán del Ejército salvadoreño para ese año de 1948, con 36 años de edad, casado y padre de un niño y una niña; estaba destacado en Casa Presidencial, en la denominada “La Casona”, edificio situado en San Jacinto, en esa época, cerca de la Escuela Normal de Varones, usada para ese fin, por los presidentes, desde 1932.


Después del abandono de la silla presidencial por el General Maximiliano Hernández Martínez, en abril de 1944, producto de “la huelga de brazos caídos”, se había logrado por fin, en 1945, que un nuevo administrador de la cosa pública ocupara tal silla, gracias a un proceso electoral donde había sido electo sin oposición: el General Salvador Castaneda Castro, originario de Chalchuapa.


“La gente no perdona”, dice la frase popular… el general acostumbraba usar polvos traslúcidos sobre la piel de su rostro, seguramente para evitar que se viera brillante debido al sudor… y por no ser bien parecido, sumado a determinados rasgos fenotípicos, le apodaron “la Mica Polveada”.


El período presidencial había dado inicio el 1 de marzo de 1945, transcurriendo los días y las semanas, sin mayores señales de alterar las cláusulas pétreas, encaminándose a completar los cuatro años –el 1 de marzo de 1949– que la Constitución Política de El Salvador ordenaba en su artículo 82 (emitida el 28 de diciembre de 1945).


Cual Homero cantando epopeyas acompañado de su cítara, es narrada la historia no escrita, grabada en la memoria de los hijos de Cuscatlán, responsabilizando a familiares del presidente Castaneda Castro de entusiasmarlo a mantenerse en el poder más allá de los años que mandaba la Carta Magna, emulando a ex mandatarios como Rafael Zaldívar, Francisco Dueñas, Hernández Martínez y la familia Meléndez Ramírez.


“La bebida apaga la sed, la comida satisface el hambre; pero el oro no apaga jamás la codicia”, determinó Plutarco de Queronea, el filósofo e historiador griego, hace dos mil años aproximadamente.


El círculo humano que giraba alrededor del General se relamía los bigotes imaginando una vida de privilegios e influencia por varios lustros… y lo embaucaron.


El Presidente de la República confabuló y compró voluntades de muchos diputados de la Asamblea Legislativa, empujándolos a convocar con urgencia a una asamblea constituyente, que sería electa el 16 y 17 de diciembre de ese 1948, para que incrementara el período presidencial a 6 años.


Los malos consejos de sus familiares, la ausencia de ética y deber patriótico de muchos diputados, se mezclaron perfectamente para empujar al funcionario a anunciar, además, públicamente, que se reelegiría como mandatario de El Salvador.

Se celebraba con whisky en La Casona, mientras, que el entonces Ministro del Interior, General Mauro Espínola, un militar intachable, de trayectoria pública distinguida y sobresaliente, quien ya había sido investido con la bendición presidencial para convertirse en el futuro candidato del oficialismo, daba fin a su programa proselitista…renunciando…
“Si mi General se reelige, yo pido la baja…”.


De esta manera contestó Mauricio/Mario, sin pensarlo, investido de la mística militar, convencido de que su deber estaba por encima de sus deseos personales e incluso del pan de su familia.

“El deber de la Fuerza Armada es respetar la Constitución y preservar la República”, se decía a sí mismo, con orgullo, envolviéndose con la emoción sublime de hacer lo que es decente, lo que es correcto, lo que es su deber, lo que vale más allá que unos cuantos billetes que siempre se esfuman sin trascendencia pues no pueden comprar lo que realmente da la felicidad; mas, su honor, sus valores y creencias, alcanzarían e impactarían a sus descendientes y otras generaciones futuras.


Por supuesto, que el segundo al mando de la Plana Mayor del Ejército había cuestionado al joven militar, como parte de su indagación para identificar quiénes apoyaban y quiénes no el mal nacido deseo del presidente.


El 14 de diciembre de 1948, un grupo de militares jóvenes, el “Movimiento de la Juventud Militar”, conscientes de su deber para con la República y la Patria, convencidos de que debían impedir la violentación de la Constitución Política de El Salvador, depuso, usando las armas, a Salvador Castaneda Castro, de su cargo público de Presidente del Órgano Ejecutivo, en un hecho histórico que ha quedado grabado en pocos libros y no se enseñó en las escuelas, denominado, “Revolución del 48” o “el Golpe de los Mayores”.


Esos mandos medios del Ejército fueron el mayor Oscar Bolaños, el teniente coronel Manuel de Jesús Córdova y el mayor Oscar Osorio; entre otros.


Para no dejar sin cabeza al Órgano Ejecutivo y no lastimar la administración pública, se configuró un Consejo de Gobierno Revolucionario, a partir del 4 de enero de 1949, dirigido por el teniente coronel Oscar Osorio, al que sumaron a los civiles Reynaldo Galindo Pohl y doctor Humberto Costa. Este consejo terminaría sus funciones el 14 de septiembre de 1950 con la entrada en vigencia de la Constitución Política de El Salvador de ese año.

Castaneda Castro fue castigado con prisión por dos años en la Penitenciaría de San Salvador. ¡Hasta la siguiente!

Médica, Nutrióloga y Abogada
Mirellawollants2014@gmail.com

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Historia Contemporánea Historia Salvadoreña Opinión Reelección

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