Fiel a sus principios las autoridades del plantel pugnaban por una formación integral de los educandos y en ese sentido daban a los jóvenes un amplio apoyo para el desarrollo de actividades deportivas. Insistían que los deportes además de ser una sana entretención, contribuían a crear hábitos de disciplina, controlar razonablemente las emociones y ser nobles y respetuosos con el adversario. En esa línea de ideas tenía representación en casi todos los deportes en el nivel colegial y dicho sea de paso, con frecuencia ocupaba lugares cimeros en las diferentes disciplinas.
El equipo de baloncesto era uno de los consentidos por los alumnos del plantel y no pocos acudían a presenciar los entrenos, otros no faltaban a los encuentros de fogueo de pretemporada y era común que acompañaran al equipo en los viajes al interior para enfrentar a sus similares. Y como era de esperar no se perdían ningún juego de la temporada y participaban activamente vociferando las hurras de la barra.
Los juegos se realizaban en el cochambroso Gimnasio Nacional, ubicado aproximadamente cien metros al sur del entonces Cine Popular, frente a una refresquería conocida por La Mimosa y colindaba al sur con la Sociedad de Empleados de Comercio. El vetusto caserón era utilizado para varios deportes y para el basket disponía de dos canchas, una interior techada con piso de madera machihembrada y una exterior con piso de concreto pintado de verde con ribetes de color blanco que marcaban los límites, las “pinturas”, el centro y la media cancha. El marcador lo llevaba en forma manual un empleado conocido por “Barrabás”, que realizaba su trabajo encaramado en el techo de la Clínica del Gimnasio, por cierto se equivocaba poco a pesar de no tener control visual del tablero que tenia bajo sus pies. Las graderías donde se instalaba el público estaban orientadas de poniente a oriente a los lados del campo de juego y nada tenían que envidiar a los entarimados que montaban los circos en las ferias agostinas.
En los años de 1954 y 1955 el Instituto Nacional se coronó campeón colegial de basketball de primera categoría de ahí que por esos tiempos el color rojo ocre de la indumentaria deportiva de los atletas era admirado y respetado. En 1955 el juego final para definir el campeón de ese año se programó para las 5:00 p.m. de la tarde de un viernes lluvioso de agosto. Se iban a enfrentar y medir fuerzas el Colegio Liceo Salvadoreño cuyo equipo estaba integrado por Roberto Selva (Ratón), Oswaldo Rivas (Gua gua), Hato Hasbún, Paredes, Velasco, Mixco y otros que no recuerdo y el Instituto Nacional cuyos jugadores eran Pío Salomón Rosales (El cipote de Oro), Carlos Sergio Avilés (El Gitano), Carlos Salazar (Muñeca), Rodolfo Chang (El Chino Chang), René Toruño, “Garnacha” Valdez, “El Chino” García, “El Negro Muñoz” y otros que escapan a la memoria.
Cada uno de los “Teams” por su lado había desplegado grandes esfuerzos en los meses anteriores para alcanzar “la final”. Al acercarse este evento decisivo los comentarios en los periódicos habían “calentado” el ambiente deportivo y en la “previa“ circulaban pronósticos y vaticinios de toda índole sobre el resultado ya que ambos equipos eran emblemáticos y rivales clásicos. El día esperado por todos llegó y como era natural la adrenalina de los participantes estaba a tope. El público en general y los estudiantes de ambos planteles colmaron los entablados de las graderías, muchos se hacinaron como pudieron y los que llegaron tarde abarrotaron los pasillos con la idea de presenciar el juego a través de la malla ciclón. Y como era de esperar, no faltaron a la cita en el Gimnasio los habituales proveedores de Hot Dogs (El Canillón) y garrapiñadas, maní y chiclets que vendía El Árabe.
Animados por las correspondientes barras, por cierto, la del Instituto era la más disciplinada y compacta, la confrontación dio inicio y en las primeras de cambio se pudo constatar que iba a ser disputada de principio a fin, con muchas interrupciones y contacto físico. Al parecer ambos directores técnicos Hugo Castro (Cara de Macho) por el Liceo y César Augusto Escalante (El Nene) por el Nacional, habían dado instrucciones a sus pupilos de evitar a toda costa los encestes de los contrarios. A nosotros los jugadores se nos insistió en que la defensa y el marcaje a presión eran tan importantes como la búsqueda del tablero rival, directrices que se reflejaron en el marcador bajo a pesar que ambos “teams” contaban con renombrados “chusperos”.
En los instantes finales las tablas de las graderías retumbaban y el ruido de las barras impidió escuchar con claridad el pitazo final ¡El juego había terminado y la pizarra favorecía al Instituto 40 por 38! ¡Los alacranes eran campeones de nuevo en 1955! La desbandada de los liceístas que eran muy numerosos fue caótica y la invasión a la chancha de los nacionales mas ruidosa e incontrolable. Recuerdo que nosotros los jugadores acompañados del “Nene” Escalante corrimos hacia el centro de la cancha y nos confundimos en un abrazo en medio de hurras, vivas, gritos y felicitaciones. La celebración continuó en los desvestideros y se extendió a las calles aledañas. Entre las oleadas de publico y estudiantes pude distinguir a los profesores Víctor Manuel Hernández (Don Meme o Trompis), Jaime Imbers Ferrer (El Chele Imbers) y Gonzalo de Jesús Hernández (Don Chalo o Chalupa). Un mudo recuerdo de esa jornada época es una fotografía en blanco y negro del equipo triunfador enmarcada que permaneció en la Subdirección del plantel por muchos años.
Médico.