Ya no se trata de la supervivencia de etnias o imperios, sino de la misma estirpe humana -víctima de guerras, pestes, hambrunas, esclavitud y éxodo- en desesperada migración a un inexistente y último paraíso de paz y amor. Mismo que buscaron los condenados hippies e idealistas adalides del pasado siglo. En el amanecer del - ¿Último? - milenio la sombra apocalíptica del fin de los tiempos se cierne sobre el planeta, la civilización y la Historia. Esto, mientras un centenar de satélites espaciales vigilan -no las maravillas de la Creación ni del alma humana- sino el desarrollo de la guerra del “Hombre, lobo del Hombre”. (Con disculpas al noble lobo de las selvas y estepas). La grandiosa Organización Mundial de Naciones -promesa y esperanza de un mundo mejor- celebra su 77ª Cumbre sin una solución global a la tragedia climática del Planeta, del Hombre y la Paz. La magna convención se torna un tribunal “sin juez ni parte”, donde los altos dignatarios del mundo presentan su personal “verdad” con su patético y protocolario lenguaje de máscara, actor y parlamentario. Se habla de la masacre geodésica de millardos de víctimas como hablar de un exterminio de pollos u ovejas (El silencio de los corderos). Aún es tiempo de vivir y de llegar a Dios, eliminando las actuales 13 mil armas nucleares -y destinando los 200 billones de billones de denarios del presupuesto mundial de guerra- a la paz y felicidad de una civilización al borde de su ocaso o renacer.
ONU: ¿tribunal del holocausto humano, del planeta y de la paz?
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Por Carlos Balaguer | Sep 24, 2022 - 12:39