"Vosotros que entráis, dejad toda esperanza” es la corta y aterradora frase que Dante encuentra en la puerta del Infierno, lo que tendría que ponerse a la entrada de las infernales cárceles que el régimen bukeliano ha montado en nuestro país.
De asesinatos por torturas, estrangulamientos, hambre a “decesos naturales” se pretende pasar incorporando militares al cuerpo de médicos forenses, lo que llevó a un facultativo a decir que personas que no tienen especialización ni competencias legales van a interferir en el reporte forense sobre una muerte dentro de las cárceles, que están convirtiéndose en “fábrica de cadáveres con señales de tortura”.
La muerte del señor Adrián Efraín Solórzano, que por las evidencias en su cuerpo fue estrangulado presuntamente con el batón de uno de los carceleros —un asesinato similar al del afroamericano George Floyd por un policía que lo asfixió y que ha dado lugar a motines y revueltas en Estados Unidos— es casi lo “cotidiano”, como se evidencia con los cadáveres que entregan a sus familiares los responsables de los penales.
Por los testimonios que salen a luz continuamente, la menor protesta, un grito de rechazo, el reclamo de un familiar es causa inmediata de golpes, garrotazos, vejámenes diversos, lo que debe de haber sucedido con el señor Solórzano, estrangulado por uno de esos salvajes.
El exalcalde Ernesto Muyshondt denunció que sólo en el penal de Mariona hay al menos dos o tres muertos diarios. “Mi celda queda en la enfermería, frente a la clínica, he visto mucha gente golpeada, maltratada, desnutrida, en un hacinamiento que nunca había visto”, reveló.
Alguien dijo que “quien nada debe, nada teme”, refiriéndose a no haberse involucrado nunca en hechos delictivos, pero en las redadas indiscriminadas donde aparentemente la soldadesca busca “llenar cuotas” de capturas, el cadáver del infortunado joven fue entregado a la familia con —lo que es norma— claras señales de tortura.
Al extremo al que se ha llegado lo ilustra la denuncia de una madre sobre la captura de su hijo, un joven con discapacidad intelectual y diabetes, que continúa en ese infierno; pidamos a Dios todas las personas de buena voluntad de que sea liberado cuanto antes.
Las violaciones a derechos humanos no prescriben para quienes las cometen
Hay reglas de aplicación universal, que rigen el trato hacia prisioneros de guerra (las que el enloquecido envenenador y criminal de guerra Putin viola minuto a minuto), el procedimiento respecto a civiles en una conflagración, el trato a detenidos en prisiones —no deben torturarse, hacerlos pasar hambre, negarles medicamentos—, las que obviamente en nuestro suelo no solo no se cumplen, sino que son causa de desdén abierto, de burla.
La redada de personas que por alguna razón hayan estado detenidas, procesadas, que hayan sido sobreseídas o liberadas de cargos, que cumplieron su pena, rompe un precepto esencial de todo esquema de justicia: nadie puede ser juzgado dos veces por la misma causa, a menos que surjan evidencias nuevas, pero eso debe demostrarse siguiendo los procesos propios de un orden de leyes.
Como lo relató un abogado que se presentó a defender a un capturado, de entrada y sin justificarlo, todo fue un “no-no-no- no…..”.
Graves violaciones a derechos humanos no prescriben o cesa su persecución; es cosa de tiempo para que los perpetradores sean enjuiciados, pues “obedecer órdenes”, “torturar o matar porque así se le ordenó” no limpia de la sangre derramada ni al que “obedeció” ni al que “lo ordenó”.