Que un furgón pase por una frontera sin que las autoridades de uno y otro lado pidan al conductor abrir las puertas para ver y examinar el contenido, aunque sea brevemente, es causa de asombro por una parte, mientras por la otra explica cómo operan tanto los traficantes de personas como los que meten droga a países.
Por un lado, a simple vista puede examinarse si dentro del furgón hay gente, mientras por el otro perros entrenados olfatean si se lleva droga dentro.
La larga frontera entre Estados Unidos y México siempre deja puntos ciegos donde tanto inmigrantes como droga pueden pasar; los muros siempre tienen huecos en ellos, como sucede con las barreras entre Melilla, territorio español, y Marruecos: los jóvenes marroquíes sin trabajo, oficio o halagador futuro hacen casi lo imposible para pasar de un lado a otro, incluyendo mediante catapultas o intentar cruzar esa frontera por mar.
El equivalente a furgones de la muerte donde personas son confinadas, sufren una lenta agonía y van muriendo debido al descuido, el hacinamiento, la falta de medicamentos, a lo que se suman terribles maltratos, los hay en nuestro suelo: el furgón Mariona, el furgón Izalco y muy pronto el furgón de Tecoluca que se construye donde hubo cañaverales y que, dado el bajo precio que se pagó a sus propietarios, constituye casi una confiscación, pues con ese dinero no pueden adquirir terrenos de similares características.
Día a día, como lo reveló el exalcalde Muyshondt, uno de los presos políticos del régimen bukeliano, quien a simple vista muestra su deteriorada salud, son dos o tres los confinados que mueren.
No hay jefe de gobierno, dictador, que pueda ser responsable de la muerte de decenas o cientos de personas, incluyendo menores de edad, sin que eventualmente sea responsabilizado de ello.
El ex-Encargado de Negocios de Estados Unidos, Patrick Ventrell, al final de su breve desempeño, advirtió que hay “numerosas denuncias de violaciones de derechos humanos, arrestos arbitrarios, muertes de detenidos también”.
Muchos delincuentes han sido capturados, pero centenares, si no son miles, de personas inocentes están y han perdido la vida en lo que son infernales prisiones en nuestro suelo, como el director del colegio Flavio Josefo, de Santa Tecla, que además era pastor evangélico. Organizaciones de derechos humanos han documentado la muerte de al menos 52 capturados durante el régimen de excepción o estado de sitio decretado por el bukelismo.
Nadie puede ser juzgado dos veces por la misma causa
A lo anterior se agrega el apresamiento de personas que por una razón u otra fueron enjuiciadas anteriormente, que cumplieron sus penas y fueron exoneradas de cargos (sobreseídas) o ya prescribió (caducó) el delito que se les atribuía. Encerrarlas equivale a juzgarlas dos veces por la misma causa, lo que prohíben nuestra Constitución y las leyes de todo país que se rige bajo un Orden de Derecho.
Una de las organizaciones defensoras de los derechos humanos, Cristosal, ha denunciado que ha habido audiencias a las que han llevado a 500 detenidos en el régimen de excepción y un solo defensor para todos, sin que se permita que tomen la palabra ni ejerzan su derecho de audiencia. A otros ni los llevan ante juez y les decretan detención formal con sólo ver el expediente por encima.
Lo procedente para liberar a gente detenida en redadas indiscriminadas, o víctimas porque sus captores llenaban una cuota diaria o semanal, es montar una comisión de magistrados y abogados que examine expedientes, vea pruebas y dictamine.
Con las denuncias de organizaciones de derechos humanos y testimonios de apresados la gran conclusión que surge es que los procesos están viciados por tantas arbitrariedades (no permitirles defensor, no ser llevados ante juez, estar varios meses en prisión sin evidencias sólidas) y las causas van camino a ser declaradas nulas por tribunales independientes, lo cual llevará a liberaciones masivas y demandas de los reos o sus familias contra el Estado…