La indiferencia, la neutralidad, equivale a tomar posturas indefendibles y, por lo mismo, amorales, nos dice el pastor de la Iglesia EIim y muy apreciado columnista nuestro, reverendo Mario Vega. El buen samaritano de la parábola, que asistió a un asaltado y herido en el camino, es aquel que hace de lado la indolencia y la mezquindad y toma opción por un desvalido.
Dante, en su Divina Comedia, coloca a los indiferentes en un limbo a la entrada del infierno, donde son eternamente aguijoneados y perseguidos. Ni Dios ni Satanás quieren nada con ellos, pues ser neutro equivale a estar siempre presto a traicionar, literalmente a pasarse de un bando a otro en cualquier momento. A los tibios, indolentes, hasta Dios los vomita.
Eso es como las vergonzosas abstenciones de los representantes del gobierno de Bukele en foros internacionales cuando el mundo democrático condena la brutal agresión del envenenador Putin contra Ucrania y su población pacífica.
No se puede, en estos momentos de graves conmociones y atropellos que sufre nuestro país, tratar de ignorar hechos repulsivos que están teniendo lugar durante el “régimen de excepción”, que literalmente significa una situación donde las personas no tienen garantías, que están sujetas a ser capturadas y vejadas sin poder recurrir a instancias que les protejan en alguna medida.
Como ha expuesto la última encuesta de la UCA, los salvadoreños están mostrando cautela para apoyar el régimen de excepción, porque ahora temen ser víctimas de los atropellos del bukelismo o algún familiar o conocido ya los sufrió en carne propia.
Nuestro colaborador, el profesor Carlos Alberto Saz, en una nota publicada el lunes expone el dolor que sintió al ver a cinco niños dejados al cuidado de su padre ya que la madre de ellos había sido capturada en una de las indiscriminadas redadas policiales que se vienen realizando desde hace siete meses.
A esto se suma el caso de niños cuyos padres han sido capturados y que por ahora están siendo cuidados por vecinos, un drama que desgarra a cualquier padre o madre de familia: pensar que en cualquier momento y por la arbitraria o inexplicable decisión de una “autoridad” sus hijos pueden quedar en el abandono.
El mesianismo y la egolatría están arrasando con nuestra tierra
Otro caso que conmueve y da vergüenza es la trifulca protagonizada por policías y aficionados al fútbol en Santa Ana. Las redes sociales muestran videos de agentes liándose a golpes y hasta haciendo lucha libre para luego patear a uno de los capturados.
El fútbol se convierte en nuestros países en “el circo” de la población, de gente que día a día tiene menos acceso a pan según la descripción que hace casi dos mil años hizo el poeta romano Salustio sobre “pan y circo”: es lo que entretiene a las masas, aquí, en la Roma de los césares y en países europeos, africanos y asiáticos.
Como se viene diciendo por la gente, más y mas miembros de la policía —pues no todos están actuando en esa forma— no solo no cuidan a la gente como es la misión esencial de esos cuerpos, sino que se han convertido en los verdugos de la población.
Por ahora nadie sabe lo que viene por delante, lo que lleva a muchos a temer que en este suelo se repita el horror que en la actualidad vive Haití.
El futuro de todo pueblo reside en sus niños y jóvenes, por lo que calmar los ímpetus de los que ejercen poder es esencial, hacer que despierten al drama que provoca cuando lo único que parece valer es la conveniencia de un régimen, de sus allegados. El mesianismo, la egolatría que llega más allá de nuestra galaxia está arrasando con esta tierra nuestra…