Otelo, el moro de Venecia, asesinó a su mujer Desdémona por creer que lo traicionaba, una infame falsedad que le infundió Yago, el personaje que en el drama se regodea de su casi insondable perversidad.
La obra de Shakespeare llevó a Giussepe Verdi a componer una de las más hermosas óperas de todos los tiempos, incluyendo el recibimiento que hacen los venecianos al gran capitán por sus triunfos...
El criminal de guerra Vladimir Putin supera con enorme distancia a Yago, pues sus crímenes, calumnias, traiciones y el más absoluto desdén por la vida de otros, incluyendo niños, sobrepasa lo que se ha vivido en los últimos cien años, incluyendo al satánico Hitler, Stalin y Mao, los mayores genocidas de la historia.
Los rusos ignoran en su gran mayoría lo que está sucediendo en Ucrania, aunque su nivel de vida, de por sí bajo desde los años de la despanchurrada “Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas”, está siendo golpeado por las sanciones impuestas al régimen, que incluyen la retirada de empresas occidentales en el país con el consiguiente corte de personal, que lógicamente se pregunta el motivo de los cierres.
En su desesperación para esconder el horror desatado contra Ucrania, Putin ha ordenado que todo aquel que hable de la guerra pueda ser condenado a quince años de cárcel, un silencio obligado que, como es siempre el caso, opera contra sí mismo, pues la gente no encuentra el porqué de la severa pena.
Los desmanes, el alza en los costos en todo el mundo a causa de la contracción de la oferta y los efectos de la salvaje agresión contra Ucrania, está desquiciando los niveles de precios en todo el mundo lo que lógicamente afectará el mercado interno en nuestro país.
Literalmente la despiadada invasión a Ucrania por el demente Putin ya se refleja en alzas de precios y dificultades de suministros urbi et orbi, aquí y allá, en Francia e Indonesia, en Perú y El Salvador.
La actual coyuntura no puede justificar desmanes
En Estados Unidos, como ejemplo, el precio y la disponibilidad de vehículos, tanto Made in USA como importados, se ha disparado hacia arriba. La gente paga precios premiun por un buen automóvil, por encima del precio indicado en el parabrisas.
Los precios del transporte son siempre un costo que incide en el bolsillo de la gente: aquí, en Buenos Aires y en Estambul, cuando hay un alza en la tarifa del transporte, hay protestas callejeras, etcétera. Pero las fuerzas inflacionarias son casi geológicas, como el de las placas tectónicas que flotan sobre el magna interno, sobre el “océano” líquido de hierro y otros minerales del centro de nuestro planeta: fuerzas irresistibles.
Como se dice desde siempre, mientras los salarios van por la escalera, los precios suben por el ascensor... los trabajadores siempre claman por alzas en sus salarios, pero protestan airadamente por las alzas en los precios que son la inevitable consecuencia.
Lo que no se justifica es aprovechar esta coyuntura para pasar sobre la legalidad, para perpetrar desmanes, abusos, imposiciones y confiscaciones. Si alguien comete una falta o un delito, pues debe castigarse pero siguiendo el debido proceso. Estamos en un régimen de leyes para que éstas funcionen, no para imponer la voluntad de uno solo.