"Cayó en su propia trampa” es la opinión de muchos sobre la invasión del asesino Putin a Ucrania, lo que lleva a muchos comentaristas a decir que les asusta que alguien como él se enfrenta a desenlaces inciertos que le hagan “perder la cara”.
Se calcula que la fortuna del cleptómano es de cien billones —óiganlo bien, cien billones de dólares, menor que la de Gates y Bezos y obviamente muchisísimo mayor que la de los grandes corruptos centroamericanos—, lo que da la medida del inconmensurable ego del criminal, que sin duda se considera ser el amo de todas las Rusias.
Putin está empantanado en una guerra que no puede ganar y que creyó iba a definirse en cosa de pocos días. El panorama que se presenta es de lo peor, a saber:
—mantener un ejército de casi doscientos mil efectivos en Ucrania, una fuerza que debe acuartelarse, alimentarse y protegerse de una resistencia ucraniana que ha demostrado ser efectiva, altamente motivada y capaz de galvanizar al mundo a su favor.
Ya antes, en los tiempos de la despanchurrada Unión Soviética, el control sobre los pueblos satélites y dentro de su mismo imperio se basaba en el terror, en hacer desaparecer a los disidentes pero presentar ante el mundo una imagen de utopía, lo que llevó al poeta chileno Pablo Neruda a componer una oda a Stalin, como a Picasso a rendirles homenaje, homenaje al “sistema” pero burlándose del arte que producían, de cuadros de generales llenos de medallas.
Para controlar a todos esos pueblos fue construido el Muro de la Infamia, que iba desde el Ártico hasta Irán, un muro que se derrumbó en Berlín en 1989, marcando la liberación de todos los pueblos bajo la bota.
En ese momento Putin era un espía en Alemania Oriental; se cuenta que cuando una pequeña turba rodeó su chalet, él pidió auxilio a Moscú, pero le negaron enviar fuerzas para cuidarlo, lo que demuestra la falta de valentía personal del personaje.
Putin, el envenenador a quien el régimen salvadoreño rehúsa condenar, es una especie de fiera atrapada en sus propias conjuras y redes, lo que lo vuelve muchísimo más peligroso. En tales circunstancias sabe que una salida es defenestrarlo, “darle matacán”, lo que hace que busque un chivo expiatorio, que en estas circunstancias es su ministro de Defensa.
En su contra están muchos factores, a saber:
—la creciente oposición interna en Rusia a la guerra, pues la población ha ido enterándose de que cientos de soldados rusos están muriendo y que el mundo les considera agresores, además de que muchas familias rusas y ucranianas están emparentadas entre sí;
—el deterioro del nivel de vida dentro de Rusia, en parte a causa de las sanciones impuestas, sanciones que a la vez enfatizan el repudio mundial a la invasión, está despertando a muchos dentro del país para darse cuenta de que su “Madre Rusia” será considerada asesina.
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