El pasado jueves amanecimos con la noticia de la invasión militar rusa a territorio ucraniano. La justificación de la operación ha sido un “mantenimiento de la paz”. Un concepto típico de la época de la posverdad…, pues si uno se atiene a los hechos, no hay manera de entender cómo se puede mantener la paz haciendo una invasión militar a un país que estaba en paz. De acuerdo con el discurso oficial, entonces, la invasión no es una invasión y la ocupación del territorio no es una agresión.
En el discurso que Putin pronunció 20 de febrero, en el que Rusia reconoce la independencia de Donetsk y Lugansk, dos naciones del este de Ucrania, el presidente arguyó razones históricas y retrocedió hasta Lenin, a quien culpó del estado de las cosas por su ideal de crear una federación rusa de repúblicas independientes. Proyecto que -
Según Putin, los gobiernos bolcheviques hicieron concesiones que terminaron por elevar a entidades nacionales a lo que en realidad no eran más que entidades territoriales dentro del Imperio ruso. Todo comenzó en 1918 y terminó en 1991. Por eso Rusia entiende que, si uno reclama lo que siempre ha sido suyo, está completamente fuera de lugar hablar de invasión.
Los nacionalismos, las utopías, el colapso del régimen soviético centralista, contribuyeron importantemente a la descomposición de Rusia. El caso de Ucrania se agrava después de la segunda guerra mundial, pues Stalin añadió a la jurisdicción de Kiev territorios que habían pertenecido a Hungría, Polonia y Rumania; y en 1954 Jruschchov cedió a Ucrania (parte entonces de la URSS) la península de Crimea que, como se sabe, es especialmente estratégica por alojar la base naval de la armada rusa en el mar Negro.
El presidente ruso está convencido, sin preguntarle a los ucranianos, claro está, de que Ucrania no es un país de raíces propias, y que su historia no se entiende sin comprender su multisecular vinculación a Rusia. No toma en cuenta, por supuesto, la independencia ucraniana del año 1991, y mira este hecho histórico como error que debe ser corregido.
Sin embargo, en el discurso a que aludimos más arriba, también tuvo tiempo para acusar a Kiev de haber incumplido acuerdos con su gobierno, específicamente los que contemplaban la transformación de Ucrania en una república federal, con vistas a la protección de las minorías rusas que habitan dentro de sus fronteras.
En consecuencia, y con la finalidad de proteger los rusos residentes en Ucrania, Putin se ve “obligado” no sólo a reconocer la independencia de los dos territorios separatistas, sino también a prestarles apoyo militar. Responsabilizando ¡cómo no! A las autoridades ucranianas de las consecuencias cruentas de las decisiones rusas.
Entre la legitimación de la independencia de los separatistas, y la invasión de Ucrania solamente han mediado cuatro días. Las “razones” históricas y nacionalistas de Putin no convencen a nadie fuera de Rusia, y el mundo se ha asomado con más o menos estupor a la invasión militar del jueves pasado.
¿Qué va a pasar? ¿Qué va a hacer la OTAN? ¿Habrá más medidas de facto, además de las comerciales decretadas por los países occidentales? Si las medidas de presión occidentales surten efecto, pero los combates y la ocupación agotan la pasión nacionalista de los ucranianos ¿estaríamos al principio de la reintegración a Rusia de los antiguos territorios soviéticos?
Ingeniero/@carlosmayorare