Desde las primeras horas del jueves 24 de febrero, Rusia lanzó una amplia ofensiva contra Ucrania, poco después haber reconocido las dos “repúblicas” autoproclamadas de Donetsk y Luhgansk. Preparada de manera metódica y premeditada, la invasión de Ucrania se ha convertido en el hecho histórico de mayor importancia en los últimos tiempos: ¡la guerra ha vuelto a Europa! Parecía pertenecer a la historia del continente: desde 1945 y la victoria de los aliados contra el régimen nazi tanto como 1995 en los Balcanes, nunca las armas se hicieron oír con tanta fuerza y amenaza para la paz. La invasión de Ucrania y la batalla de Kiev constituyen un punto de ruptura en el equilibrio internacional.
La ofensiva rusa es estremecedora. En dos horas, columnas militares terrestres, aéreas y navales, avanzaban llegando de la región rusa de Bolgorod, en el norte-este tanto como desde Crimea en el sur, o en el norte desde Bielorrusia, que se perfila como un país satélite de Rusia. Operaciones de desembarco ocurrieron en las regiones del Mar Negro y mar de Azov. Para todos los actores, se trata ahora de una carrera contra reloj. Para Rusia, confrontada a un reforzamiento de sanciones económicas y cuyos efectos se harán sentir pronto en los sectores de la energía, de los transportes, tanto como financieros, la ofensiva tiene un objetivo: provocar la caída del poder ucraniano.
En la visión estratégica de Vladimir Putin, se trata de constituir una forma de esmalte de seguridad en la pura tradición soviética, para protegerse de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), a la que considera hostil. Poco importa que para llegar a ese resultado se violen las reglas elementales del derecho internacional sobre la integridad de los territorios nacionales y soberano, reconocidas por Rusia, miembro permanente de la Organización de las Naciones Unidas. Se violaron los acuerdos de Minsk firmados en 2014 entre Ucrania, Rusia, las “repúblicas populares” de Donetsk y Lugansk, caducos desde la intervención militar rusa.
Desde la anexión de Crimea en 2014, Rusia integró nuevos aspectos en su visión geopolítica: se acercó a China, que se ha mostrado moderada desde la ofensiva del 24 de febrero pasado. Un eje Moscú-Beijing debe ser considerado por Occidente, un espacio para una nueva forma de Guerra Fría. La prioridad dada por los Estados Unidos a la zona pacífica ilustra la anticipación adoptada frente a una posibilidad que se está volviendo probabilidad de un mundo que está surgiendo en frente de nuestros ojos.
La prioridad de los Aliados hoy en día consiste en ofrecer una unidad para evitar una escalada peligrosa, pero siempre posible. Esta consideración alimenta una estrategia tiene varios frentes:
-Contener la expansión rusa; ayuda directa a Ucrania, tanto financiera como en equipos militares “defensivos”; sanciones contra responsables del poder ejecutivo ruso como sobre los sectores económicos... tantas acciones para llegar a esos resultados.
- Garantizar el respeto de la soberanía e integridad de los países, tanto como de la seguridad europea. La protección de los países bálticos tanto como de Europa central y oriental ha sido reafirmada por Occidente tanto como por el presidente de la Unión Europea, el francés Emmanuel Macron.
Por su parte, Vladimir Putin quiso sacar provecho de una zona de sombra en la alianza con Ucrania: que no sea parte de la Unión Europea tanto como de la OTAN. Después de sus experimentos en Georgia en 2008 y de Crimea en 2014, el ruso siguió con su lógica, reforzándose en países y regiones tomando precaución en posicionarse a la periferia inmediata de los intereses occidentales. Ucrania constituye en esta lógica el punto último de las agresiones que buscarán ser justificadas mientras son claras violaciones del derecho internacional.
Es la razón por la cual, en un uso gradual de la fuerza, Occidente reforzó sus sanciones : reducción al acceso de “tecnologías cruciales” tanto civiles como militares, que lleven componentes electrónicos o solftware; prohibición de materiales para la industria aeronáutica, espacial tanto como para la industria petrolera; congelamiento de activos de cerca de 1400 mil millones de dólares en los Estados Unidos, se cancela más de la mitad de las importaciones tecnológicas de Rusia; interdicción para varias empresas tales como el gigante de la energía Gazprom para financiarse sobre el mercado estadounidense. Se acaban, como en Canadá, los permisos de exportaciones hacia Rusia. El Reino Unido quiere excluir los bancos rusos del sector financiero británico. Australia adopta nueva ola de sanciones tal y como Japón.
Estas medidas ilustran a la vez la complejidad de la situación actual tanto como la amplitud que contiene hoy en día el concepto de guerra con riesgo de escalada internacional. A la hora de la globalización, la toma de conciencia de riesgos, amenazas y agresiones armadas puede ser un despertador para recordar que la seguridad de todos pasa por el respeto de reglas fundamentales que no pueden ser negociadas.
Politólogo, especialista francés en relaciones internacionales, presidente de la Asociación Francia-América Latina (LATFRAN). www.latfran.fr